Hebreos 1:1-2

Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quién constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo.











25 de agosto de 2011

Adopcion


ESCRITURA
Romanos 8: 15 “Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!”

APLICACIÓN
Una niña que estaba siendo adoptada desde un orfanato por unas personas muy ricas, al final se mostró algo reacia a irse con ellos. ¿Por qué no quieres venir con nosotros? ─ Preguntó la señora. Luego añadió ─ Te daremos muchos juguetes, golosinas, y vestidos hermosos; tendrás una linda habitación para ti sola. La niña pensó un momento y dijo: ─ No sé porqué ustedes me ofrecen esas cosas tan bonitas, nunca nadie antes me las ofreció ¿Qué hice para merecerlas? ─ ¡Es que ahora eres nuestra hija! – dijo la señora.
Muchos no se quedan al lado de Dios, cuando él en su amor los llama; por que sencillamente no pueden creer que él Señor los quiere adoptar como hijos; no se sienten merecedores del perdón, no pueden creer que el Dios de los cielos se haya fijado en ellos, y tampoco pueden creer su promesa de que estará junto a ellos en todas las circunstancias. El diablo, está presto para hablarles al oído y decirles que no se lo merecen, de que en las condiciones en que se encuentran en el orfanato del mundo, nunca nadie les ofrecería semejante premio. Ellos se preguntan: ¿Qué he hecho para merecerlo? Los que deciden creer al maligno, se llenan de temor, se desaniman, y se echan a correr hacia el fondo del orfanato, para esconderse en algún lugar donde no puedan ser encontrados.

ACCIÓN
¿Sabe lo que significa Abba, Padre? Es un equivalente a decir cariñosamente ‘Papá mío’ o ‘papito’. Busque a partir de hoy el espíritu de adopción, por el cual usted también puede decir ¡Abba Padre! El Padre de los cielos desea tenerlo dentro de su familia; “porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él” (San Juan 3:17)