Hebreos 1:1-2

Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quién constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo.











25 de agosto de 2010

Magallanes

La aventura más audaz de la humanidad
Autor: Stefan Zweig
Editorial Claridad
Buenos Aires

En el siglo XV, la fiebre de las especias que eran traídas de la india y desde ignotas tierras orientales, había creado muchos conflictos en el trayecto de los mercaderes, hasta llegar a Europa. Eran épocas, en que los pueblos dominados por el islam, los indostanos, los turcos y los grandes comerciantes, todos querían monopolizar y gravar con impuestos el paso de esas preciadas mercaderías hacia Europa; tantas eran las odiseas y pérdidas que tenían que afrontar las caravanas, que finalmente en la Europa refinada, el precio de estos productos era literalmente de oro. Así fue como algunos comenzaron a pensar en alguna otra vía para llegar a aquellas lejanas tierras, de donde finalmente, no solo venían las especias, sino también las finas telas de seda para los reyes y señores, el almizcle, el ámbar, el aceite de rosas, las joyas, las perlas blancas los diamantes azulinos, el incienso, el opio, el alcanfor, y así, todo bálsamo y toda droga, todo olor fragante del oriente, y toda mercadería que por exótica y cara, creaba en Europa una verdadera revolución; una fiebre de intercambios y ganancias, de deleites y ostentaciones e intereses, que mantenían a los círculos más altos de la sociedad europea, en toda preocupación e interés de cómo hacerse de esos productos de una manera más expedita.
Fue así como algunos comenzaron a buscar una ruta diferente que pueda llevarlos a las lejanas tierras orientales, fue así como Colón, Bartolomé Díaz, Vasco de Gama, Cabot y otros iniciaron sus expediciones en busca de esa ruta. Bartolomé Díaz comenzó por conquistar la costa oriental de África y luego la india, después lo hizo Vasco de Gama; y Portugal, que hasta esos días era uno de los más insignificantes países de Europa, se convierte de la noche a la mañana en una verdadera potencia, no solo en el dominio del comercio de las especias, sino también en el poderío naval.
En esas expediciones, viajaba un joven portugués, que aunque era retraído y respetuoso, nunca había perdido ocasión de mostrar su valentía y determinación en cada una de las oportunidades que se le han presentado; tampoco ha dejado de llenarse de todo conocimiento y de todas aquellas técnicas que estaban en boga en la moderna navegación. Este joven cuyo nombre en esos días es insignificante, Fernao de Magalhais, es penas un soldado subordinado, un simple ‘sobresaliente’ dentro de todos los grumetes que componen esas tripulaciones enviadas al oriente al servicio del rey Manuel de Portugal; expediciones destinadas a establecer la soberanía de Portugal en aquellas tierras y anular toda fuerza que pretenda administrar la ruta de las especias y anexar todas esas nuevas provincias a la corona portuguesa.
El conocimiento de aquellas tierras, y la correspondencia que mantiene con uno de sus compatriotas y amigos íntimos, quien ha desertado de una de esas expediciones, y se ha quedado a vivir en aquellos parajes paradisiacos, llenos de abundancia, de paz y donde vive casi como un rey, despiertan en Fernao, un deseo de ganar aquellas tierras aún desconocidas, para su rey. A todo esto tenemos que agregarle el continuo roce del joven Fernao, con gente de mar que viene de todos los puertos hasta esos días conquistados; cada día se hacen nuevos descubrimientos, y nuevos mapas se tienen que dibujar, y cada día se ganan nuevas experiencias y se estudian nuevas teorías; también su amistad con Ruy Faleiro quien ha llegado a ser un reconocido cartógrafo y astrónomo portugués, y si bien este ni siquiera ha pisado nunca un barco, conoce por cálculos, libros, tablas y mapas, mucho de las lejanas rutas hacia las tierras orientales.
Magalhais, que es un hombre de decisiones firmes, solicita audiencia con su Rey, y dentro de muchas cosas que tiene que presentarle está su más grande osadía, ella consiste en mostrarle su proyecto de iniciar un viaje de búsqueda de una nueva ruta hacia las indias por el oeste, por aquella ruta que intentara Colón para los españoles, él posee mucha información importante y está dispuesto a poner todo aquello al servicio de su rey; pero el rey Portugués, rechaza de plano toda propuesta de este insignificante soldado.
Fernao de Magalhais, como aún se llamaba, sale de la presencia de su rey humillado y comprendiendo que, no conseguirá ningún financiamiento y apoyo para su proyecto desde la corona de Portugal; sin embargo este navegante experimentado y valiente, no perderá su horizonte, y se siente desligado de todo deber hacia su país, por lo que decide iniciar un nuevo camino que lo pudiera llevar a realizar semejante hazaña que tiene en mente. Parte así, rumbo a España, que en esos días también sufre de la misma fiebre por encontrar una ruta diferente de aquella que ya domina Portugal y que ha sido definida gracias al tratado de Tordecillas, por el cual el Papa ha adjudicado a Portugal las latitudes por las que se transita hacia las islas de la riqueza. Con esa personalidad, y con esa determinación de la que es dueño, y con la suerte que a veces acompaña a los grandes hombres, este marinero que ahora ha tomado el nombre de Fernando de Magallanes, como lo conocemos nosotros, ha logrado impresionar con sus propuestas a los más influyentes sectores de la corona española, llegando finalmente a entrevistarse con el joven rey de España, Carlos V, quien a sus 18 años, tiene poca experiencia, pero le interesan estos negocios, y gracias a la opinión de sus consejeros al fin decide brindar todo el apoyo al proyecto de este joven extranjero; pasando así Magallanes a ser de la noche a la mañana, dueño de una hazaña que jamás hombre alguno haya iniciado, y no estamos hablando del viaje solamente, sino también de la forma en que este taciturno e introspectivo hombre ha logrado poner en marcha su proyecto, allí en un país extraño, pasando a ser la envidia no solo de grandes navegantes españoles y portugueses, sino que se ha convertido en el desertor más preciado de la corona portuguesa, a quien el rey Don Manuel de Portugal, desea tener de regreso en su país, ya sea a costa de ofrecerle el cielo y la tierra, o por la fuerza y amenaza de ser declarado enemigo de Portugal. No desistirá ni se rendirá a todos los obstáculos que se le presentan, ya sea de parte de los heridos capitanes españoles, o de los agentes de Portugal; él seguirá adelante, solo y sin desmayar hasta haber conseguido las embarcaciones y la tripulación que necesita. El rey de España ha tenido que intervenir varias veces para zanjar algunos de aquellos intentos de sabotaje, pero al fin, Magallanes tiene todo lo que necesita para iniciar esa travesía que lo hará inmortal, aunque él mismo no lo sabe, y que hasta cierto punto siente un temor de no poder cumplir con esas promesas y contratos que ha hecho con la corona española. A los 35 años, Magallanes, convertido en almirante de la flota española que intentará descubrir una ruta a las indias, bordeando el sur de los territorios recientemente descubiertos del país del Brasil; se lanza a su aventura única, al mando de su flota que está compuesta por cinco embarcaciones: la Concepción, la Santiago, la San Antonio, la Victoria, y la nave capitana donde él viaja, la Trinidad.
Es casi imposible dejar de ser tentado a contar todo el viaje de Magallanes con todos sus detalles, pero me atengo a mi objetivo, que de alguna manera ya lo alteré, pues este solo es un comentario de un libro que leí; sin embargo todas esas peripecias, y hazañas que tuvieron lugar en ese viaje son realmente un lazo que cautiva a cualquier lector; y en el caso de este primer viaje alrededor del mundo, no solo podemos ver una gran hazaña, sino que increíbles muestras de habilidad marina, valentía e intrepidez casi inimaginables, junto a la impresionante personalidad de Magallanes, quien tuvo que vencer no solo a la incertidumbre de no saber siquiera hacia donde iba, después de haberse dado cuenta que toda la información, mapas y cálculos que tenía, era falsa; y que a partir de cierto momento en el viaje, solo debió confiar en su corazón. También tuvo que vencer a una muy desorientada y desanimada tripulación; quienes al darse cuenta de que no había seguridad del rumbo en que estaban viajando, solo pensaban en desertar o amotinarse. Claramente estos marinos quienes mayormente eran españoles, no estaban dispuestos a enfrentar el peligro, y menos en apoyo de las ideas de un capitán desconocido y extranjero; por lo que Magallanes tuvo que controlar amotinamientos, perdidas de embarcaciones (la Santiago) y largas temporadas de invierno inactivo; y aun, sin tener siquiera la más remota noticia del ansiado paso hacia las islas de la riqueza. Luego cuando ya había descubierto este paso, que hoy lleva su nombre, aun tuvo que sufrir la deserción de una de sus naves, la mejor y más equipada (la San Antonio); y enfrentar la desmoralización de muchos, por el panorama de incertidumbre que les esperaba, junto a la escasez de víveres, la que se acrecentó a medida que pasaban los días; llegó esa parte de la travesía, donde no esperaba Magallanes encontrar un mar tan grande y solitario como es el océano Pacífico. En ese tramo del viaje murieron muchos y los que llegaron a las primeras islas de las molucas, estaban completamente agotados y enfermos. Pero fue una alegría muy grande y una bendición del cielo, la llegada de esos marineros a esas islas paradisiacas; donde pudieron satisfacer todas sus necesidades y descansar como hacía tiempo que no lo hacían. Sin embargo Magallanes no ha olvidado sus obligaciones y compromisos con el rey de España y en el afán de establecer soberanía en aquellos lejanos parajes, él se dispone a dar un escarmiento a uno de esos reyes indígenas que parece no entender que de ahí en adelante, simplemente ha pasado a ser un súbdito, de un rey mucho más poderoso. Para dar escarmiento a este rey rebelde cuyo nombre es Silapulapu, y para aprovechar de demostrar a los otros reyes isleños cuanto poder tienen sus armas, Magallanes decide ir acompañado solo con cuarenta hombres armados; pero en la orilla de la isla rebelde, una horda de indígenas desnudos los espera en la playa y no pueden hacerles frente, porque los españoles aún se encuentran con el agua hasta la cintura y ya son atacados por las flechas indígenas que son miles, y más aún cuando los indígenas se dan cuenta que hay algunas partes vulnerables en el cuerpo protegido por esas capas de metal brillante de los españoles, los indígenas empiezan a apuntar a esas partes porque se dan cuenta que ahí les hacen daño. Ese fue el día final de este gran hombre que inició una de las más grandes hazañas de la historia de la humanidad, y que por esas ironías del destino, fue a morir en una insignificante escaramuza, frente a unos indios desnudos; y ni siquiera su cadáver pudo ser rescatado, para darle cristiana sepultura, como había sido su deseo de acuerdo a su testamento.
En la desorientación, sus capitanes y soldados pierden otra de las naves, la Concepción; y luego de hacer una evaluación de las naves para el viaje de retorno, la Trinidad es dejada en una de esas islas, para que luego de ser reparada pueda continuar el viaje, junto a cincuenta y un hombres que se quedan con ella. Solo la Victoria, haciendo honor a su nombre, parte de la isla de Tidore, con cuarenta y siete oficiales a bordo, e inicia el penoso viaje de regreso a la patria amada, al mando de Juan Sebastián de Elcano y siempre rumbo al oeste; esta es la nave que finalmente el 6 de Septiembre de 1522 arriba a la meta, con solo 18 hombres de los doscientos sesenta y cinco que partieran hace tres años atrás; los demás han perecido ahogados en lejanos mares, muertos por indios rebeldes, por el hambre y la sed, otros desaparecidos y presos. Así termina esta historia que muestra todo ese arrojo y potencial que pueda tener un hombre, que finalmente viene siendo el resumen de todo lo que puede hacer y ha hecho la humanidad a lo largo de toda la historia; pues el hombre ha conquistado no solo los mares, sino también los cielos, ha conquistado el espacio intersideral y ha develado muchos de los grandes misterios y temores de la antigüedad, como eran las enfermedades, el hambre, y los fenómenos naturales; ha logrado grandes avances en el control de la economía, la industria, la tecnología y tantas cosas que son tan admirables, como lo fue la hazaña de Magallanes. Pero, al mirar todas esta obras portentosas del hombre, los creyentes aún entendemos mejor que Dios es el que está sobre todas las cosas; y esta expansión del mundo en los días de Magallanes, Dios ya la había previsto muchísimos siglos atrás; a Noé, ya Dios le dijo que toda la tierra sería habitada (Gn 9:1), y a Abraham le dijo que él sería una bendición para todas las familias del mundo (Gn 12:3), y ahora que conocemos todos los rincones del globo, entendemos mucho más, que Dios es omnipotente.
Sin duda, todo aquel que lea este libro, se verá envuelto en el embeleso de esta historia; que no solo le dejará un sabor a novela de aventuras, sino que iluminará su mente con información de hechos reales, de una época crucial de la historia de la humanidad. Mucho más si la persona, se detiene a meditar, en que Dios es el que finalmente está llevando a cabo sus propósitos eternos, trabados con cada hecho trascendente de la humanidad; entonces el hombre llegará a comprender que toda la humanidad se encuentra en camino hacia ese final del que nos habla la Biblia; y que por lo tanto es muy necesario ponernos a cuenta con Dios, antes de que sea demasiado tarde, pues la historia y el tiempo no se detendrán y lo que tiene que llegar, llegará; estos pocos siglos que ya han pasado, son insignificantes delante del Señor, por eso la Biblia nos dice: “Porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará” (Heb 10:37). Que Dios les bendiga.

16 de agosto de 2010

Pecado y alcoholismo


En un hospital para alcohólicos:
― Doctor, ¿Cuántas veces he estado en este hospital?
― ¡Cincuenta! Eres nuestro plantado de medio siglo.
― ¿Y se supone que el licor me va a matar?
― Bill ―le respondió el médico solemnemente―, no pasará mucho tiempo para que eso ocurra.
― Entonces, ¿qué le parece una copita para ponerme a tono?
― Supongo que no estaría mal ―asintió el doctor―. Pero te voy a proponer algo. En el cuarto de al lado hay un joven en una condición muy mala. Es la primera vez que llega aquí. Quizás si te presentas ante él como el ejemplo más horrible, es posible que lo asustes para que se mantenga sobrio el resto de su vida.
Bill, quien en realidad se llamaba William Griffith Wilson, acepto el desafió y puso todo su interés en ganarse aquel trago prometido; él mismo no podía creer como instaba a aquél joven a dejar atrás el vicio, a volverse a un poder superior, y eso que él mismo hasta ese momento no era creyente.
― El licor es un poder externo que te ha derrotado ―le dijo―. Solo otro poder externo puede salvarte. Si no quieres llamarlo Dios, llámalo verdad…
Bill, nunca reclamo su trago; porque ese día, tal como lo acababa de pronunciar, él descubrió el poder de la fe. Ese poder superior al que él mismo había instado al otro borracho, se había apoderado de él, y desde ese día aprendió que ese poder sí existe y que es necesario someterse a él voluntariamente y de todo corazón, para poder vencer a ese otro poder malévolo, ese que tenía el alcohol sobre él y que lo estaba destruyendo; William G. Wilson ese día también descubrió que ayudando a otros, él también se beneficiaba. Un tiempo después, cuando intentaba cerrar un negocio y aquello que esperaba no resultó, William se sintió tentado a bajar al bar de su hotel, y ponerse a beber; pero en su desesperación, decidió que era mejor pedir ayuda y así no romper esa sobriedad que había estado teniendo; él llamó a un grupo evangélico que sabía que hacia un trabajo como el que él necesitaba en ese momento, de esta manera fue contactado con otro alcohólico en recuperación, de cuya conversación no solo obtuvo la ayuda necesaria, sino que nació algo mucho más grande. Ese otro alcohólico era Robert Holbrook Smith, a quién generalmente se lo conoce como el Dr. Bob, ya que él era médico; así como a William Griffith Wilson solo se lo menciona como Bill W. o simplemente Bill; y cuando Bill y Bob, dos de los nombres más populares de Norteamérica, descubrieron el poder de Dios y el valor de la ayuda mutua, ellos sin quererlo fundaron ‘Alcohólicos Anónimos’, ese movimiento de ayuda para alcohólicos, que ha sido y es muy eficaz y beneficioso para tanta gente, que por diferentes razones, se ve envuelta en esta terrible enfermedad.
La filosofía de los AA., como generalmente se los conoce, está basada principalmente en cuatro principios básicos, y que pueden mencionarse de la siguiente manera: Primero esta, el reconocer la condición desastrosa a la que se ha llegado por causa del alcohol; luego, confesarlo abiertamente a los miembros del grupo; después, ayudarse los unos a los otros para salir de ese flagelo; y finalmente, tratar de reparar los daños causados a la familia y circulo social. Partiendo de este planteamiento, diremos que los AA., parten de la idea que se expresa en la frase “Let go and let God”; la que traducida significa algo así como ‘desiste de todo y encomiéndate a Dios’; pues se hace necesario que todo aquel que desee salir del alcoholismo, debe partir por reconocer profundamente que está perdido en el licor, que está siendo destruido por él, y que solo Dios puede sacarlo de allí. Es verdad que ellos no se enfocan en tratar de definir exactamente la idea a cerca de Dios, si no que más bien prefieren encomendarse a él con toda sinceridad, de acuerdo a lo que su mente y su corazón lo concibe; pero sin reconocer su condición, sin tomar esta determinación profunda de entregar su vida en las manos de Dios, nadie podría iniciar una franca y definitiva recuperación. Después que la persona decide unirse al grupo, se hace necesario que el alcohólico, asista con toda regularidad a las reuniones, donde no solo escuchará testimonios de otros alcohólicos que han decidido iniciar su recuperación, y conocerá a cerca de sus luchas y victorias; sino que tendrá la oportunidad de escuchar a aquellos que están empezando, cuya vida es terrible, y podrá comparar esos testimonios con los de aquellos que ya han transitado por ese camino más tiempo, y se dará cuenta que hay un cambio y un buen beneficio, lo que sin duda lo hará sentir mucho más animado y fortalecido; y no solo eso, él mismo será objeto de la rueda, pues entenderá que su testimonio también ayuda a los demás. Este involucramiento lo lleva automáticamente al siguiente paso, que es trabajar en el grupo, yendo en ayuda de aquellos que están teniendo problemas en la vida práctica, aquellos que les faltan las fuerzas para vencer a la tentación de beber, otros tendrán quizá problemas en su medio social, o problemas de salud y un sinfín de áreas donde se necesitan personas que dediquen todo su tiempo y esfuerzos para que esas personas más desvalidas salgan adelante; y mientras el alcohólico en recuperación, mas trabaja más animado se siente a alejarse del vicio. Después de un tiempo, estos hombres entienden que es necesario resarcir todo aquello que ha sufrido la familia y los amigos, y también dedican parte de sus esfuerzos a esto; quienes al sentirse reconocidos, también pasaran de alguna manera a formar parte de este movimiento, y cada vez el alcohólico en recuperación se siente mejor y más seguro de estar venciendo al poder del alcohol, ya que, junto con la recuperación del alcoholismo, ellos también recuperarán su capacidad laboral, su participación en la sociedad, negocios y cualquier otra actividad, llegando finalmente a vivir dentro de la normalidad y la sobriedad.
Cuando Bill W. y el Dr. Bob, empezaron, estuvieron muy relacionados con un grupo evangélico llamado ‘Grupo Oxford’, de allí aprendió eso de ayudar a los demás, para sentirse también beneficiado, pues uno de los principios del Señor es ‘ayúdate que yo te ayudaré’; y de este grupo también él tomó algunos de sus lemas y los adaptó a una idea de recuperar alcohólicos, estos principios se llamaron los doce pasos, y aunque no podríamos llamar a los AA., una religión, tampoco podemos negar que muchos de estos principios mencionan específicamente a Dios, como el único ente de esperanza para ellos. Transcribiremos a continuación estos principios, y usted al leerlos se dará cuenta que todo lo que hemos venido diciendo esta allí plasmado.
1.- Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol, que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables.
2.- Llegamos a creer que un Poder superior a nosotros mismos podría devolvernos el sano juicio.
3.- Decidimos poner nuestras voluntades y nuestras vidas al cuidado de Dios, como nosotros lo concebimos.
4.- Sin miedo hicimos un minucioso inventario moral de nosotros mismos.
5.- Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos, y ante otro ser humano, la naturaleza exacta de nuestros defectos.
6.- Estuvimos enteramente dispuestos a dejar que Dios nos liberase de todos estos defectos de carácter.
7.- Humildemente le pedimos que nos liberase de nuestros defectos.
8.- Hicimos una lista de todas aquellas personas a quienes habíamos ofendido y estuvimos dispuestos a reparar el daño que les causamos.
9.- Reparamos directamente a cuantos nos fue posible el daño causado, excepto cuando el hacerlo implicaba perjuicio para ellos o para otros.
10.- Continuamos haciendo nuestro inventario personal y cuando nos equivocábamos lo admitíamos inmediatamente.
11.- Buscamos a través de la oración y la meditación mejorar nuestro contacto consciente con Dios, como nosotros lo concebimos, pidiéndole solamente que nos dejase conocer su voluntad para con nosotros y nos diese la fortaleza para cumplirla.
12.- Habiendo obtenido un despertar espiritual como resultado de estos pasos, tratamos de llevar este mensaje a los alcohólicos y de practicar estos principios en todos nuestros asuntos.
Nuestro objetivo aquí, no es hacer una reminiscencia de los AA., pues ya hay bastante literatura e historia a cerca de ello, y probablemente muchos de nosotros de alguna manera, nos hemos sentido ligados a este movimiento por alguno de nuestros familiares o por algún amigo; pero lo que quiero hacer aquí en realidad es una especie de analogía entre el alcoholismo y el pecado del ser humano. Al mirar de cerca este asunto del alcoholismo, nos damos cuenta que los alcohólicos no reconocen su condición de tales, si no hasta que están completamente sumidos en el vicio, cuando ellos ya han perdido casi todos sus bienes, su familia y cuando… como ellos mismo dicen, tocan fondo; así también le sucede al hombre con relación al pecado, la mayoría de nosotros no tendremos la capacidad de reconocer que somos pecadores, aunque es posible que alguno encuentre que no está haciendo las cosas como a Dios le gustaría que las haga, pero encontrará un sinfín de excusas y justificaciones para hacer lo que hace, por lo tanto eso es no reconocerlo; pero en un momento de desesperación, de tribulación en nuestras vidas, en un momento en donde ya no nos queda nada más a qué echar mano, lo más probable es que recién tengamos el valor de reconocer nuestra maldad y rebeldía ante Dios. Y así como aquellos alcohólicos que no reconocen de corazón su condición, no llegan a tener una buena y definitiva recuperación, sino que generalmente estas gentes acaban otra vez en el vicio y llegan a estar aún peor que antes; así también el pecador, si no es capaz de reconocer profundamente su condición de rebeldía ante Dios, él no podrá iniciar una vida de recuperación y limpieza del pecado, llegando a convertirse en un tibio y en un indiferente, si es que no se vuelve atrás y acaba peor que antes. Esa situación está bien marcada en nuestras iglesias, los hermanos que permanecen fieles y han logrado un real cambio en sus vidas, son aquellos que finalmente han logrado pasar la barrera del reconocimiento del pecado, aquellos que se han dado cuenta que sin la intervención de Dios es imposible salir de esa vida de pecado; pero aquel que no se ve a sí mismo como pecador, tampoco podrá ver la necesidad que tiene de acercarse a Dios y pedirle perdón por lo que hace; pues debemos saber que para Dios, en este mundo no hay siquiera uno que sea limpio delante de sus ojos. Si nos tornamos a las escrituras, la Biblia nos relata muchas de estas situaciones de actitud de reconocimiento del pecado, de decisión y de firmeza; hubo uno que por ahí dijo: “Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo” (Lc 7:6), y Pedro después de percatarse de su condición exclamó: “Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador” (Lc 5:8); podríamos llenar páginas y páginas de testimonios bíblicos y no bíblicos de hombres que han doblado sus rodillas ante Dios reconociendo su condición de pecado, y tomando una decisión definitiva de seguir a Jesús aún si eso les pudiese causar dificultades y contrariedad, y que de allí ha surgido la salvación para sus vidas. Por último mencionaremos un testimonio de reconocimiento del pecado, hecho para salvar a toda una nación, y que tampoco es el único en la Biblia; en un momento crucial de la historia de Israel, el profeta Daniel dijo: “Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas. No hemos obedecido a tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra” (Dn 9:4-6). Y como podemos ver de esta clase de confesiones, han venido el cambio, la fuerza para apartarse del mal, y la intervención poderosa de Dios en las necesidades del hombre, y la respuesta al clamor de aquellos que así los han hecho.
Volviendo al alcoholismo, hay que decir que los deciden bajo este primer paso, unirse al movimiento de los AA., no se quedan solo en el reconocimiento de su condición, que dicho sea de paso esta expresado en el primer principio de la lista de los doce pasos, cuyo enunciado es: “Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol, que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables”, y que también en cierta forma, queda dicho en alguno de los demás pasos; pero como hemos dicho, a ellos les es necesario confesarlo delante de Dios primeramente, delante de sus propias conciencias después, y finalmente delante de los demás hombres, tal como lo podemos leer en el quinto paso: “Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos, y ante otro ser humano, la naturaleza exacta de nuestros defectos”. Dentro de la familia cristiana también esto viene a ser muy necesario, pues si bien y en primer lugar, la confesión debe ser hecha a Dios, ya que su palabra así lo dice: “Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Ro 10:10), por lo tanto es necesario confesar a Dios nuestros pecados para obtener la salvación. Respecto a esto, el rey David escribió: “Dios, tú conoces mi insensatez, y mis pecados no te son ocultos” (Sal 69:5), así como también hallamos en el libro de los proverbios esta sentencia: “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta, alcanzará misericordia” (Pr 28:13); esta confesión por lo tanto, también incluye la confesión de nuestras faltas a nuestros pares, como está escrito: “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados” (Stgo 5:16) Así como en las reuniones de los AA. Ellos se cuentan mutuamente de sus errores y sus éxitos, evalúan conscientemente su avance y se animan unos a otros a continuar en la senda de la recuperación; así también se hace necesario en la familia cristiana, pues el que no se enrola en la iglesia y no es sincero de sus debilidades, aquel que no da testimonio de su cambio, es posible que no logre superar la etapa inicial. La Biblia, en este sentido, tiene mucho que decirnos, y uno de esos consejos es: “animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis” (1Tes 5:11) En la filosofía de los AA. Esta dicho en el décimo paso: “Continuamos haciendo nuestro inventario personal y cuando nos equivocábamos lo admitíamos inmediatamente”, y eso es lo que también deberíamos hacer en el cristianismo.
En la terapia de los AA., esta situación de la confesión con sinceridad, lleva automáticamente al siguiente paso, que es trabajar por los demás, ya que el trabajo por el otro desvalido, como sabemos, es la clave en esta clase de enfermos, como alguno de ellos mismo lo ha dicho: ‘No hay nadie más capaz de convencer a un borracho, que otro que también fue borracho’; y así se inició este movimiento, tal como usted lo leyó en el principio, ese fue el punto de partida para William Griffith Wilson, quien como dijimos, nunca volvió a reclamar su copa de licor, sino que descubrió que ayudando a los demás no solo conseguía esto sino que también él mismo se mantenía sobrio; y esa misma fue la razón por la que se encontró con el Dr. Bob, con quien inició este gran movimiento. En todo momento ellos se animan, se aconsejan y hasta se reprenden unos a otros especialmente en aquellos momentos de crisis, pues es conocido que a esas personas les viene un momento de depresión y convulsiones a tal grado que se les hace muy difícil contenerse, pero allí están los demás, para aconsejarlo, para apoyarlo, y así unidos consiguen vencer a las fuerzas del vicio. El paso doce, expresa esto que acabamos de decir: “Habiendo obtenido un despertar espiritual como resultado de estos pasos, tratamos de llevar este mensaje a los alcohólicos y de practicar estos principios en todos nuestros asuntos” Pero, ¿es esto también necesario en el cristianismo? Claro que sí; pues así como las crisis en el alcoholismo, también hay momentos en la vida cristiana en los cuales el hombre se siente sin fuerzas y débil para continuar, tentado a volver a su vida pasada, a cometer los mismos errores, de los cuales hoy quizá se avergüenza, pero no puede dejar fácilmente; y en este punto la biblia está llena de consejos para que primeramente nos amemos unos a otros con amor fraternal, para que nos animemos y edifiquemos unos a otros, para que nos exhortemos los unos a los otros, para que nos soportemos con paciencia, para que nos perdonemos y nos ayudemos a sobrellevar nuestras cargas (Ro 12:2, 1Tes 4:9, 1Jn 3:11, 1Jn 4:11, 2Jn 1:5, Heb 10:24, 1Tes 5:11, Ro 15:14, Heb 3:13, Ef 4:32, Col 3:13, Ef 4:2, Gal 6:2, etc.). Finalmente, al hablar del trabajo cristiano, el Apóstol Judas considerando la importancia de permanecer en el evangelio y viendo el peligro que significa estar lejos de Dios, llegó a escribir: “A algunos que dudan, convencedlos. A otros salvad, arrebatándolos del (mismo) fuego (del infierno)” (Jud 22-23); el énfasis en esta cita ha sido añadido por mí, pero eso es lo que en realidad el versículo quiere expresar, pues aquí no se trata solo de volver al pasado, sino de ir finalmente a parar al mismo infierno, por no haber podido vencer a las fuerzas del pecado.
Para terminar esta idea, veamos el contenido de los pasos ocho y nueve, que rezan: “Hicimos una lista de todas aquellas personas a quienes habíamos ofendido y estuvimos dispuestos a reparar el daño que les causamos”, y “Reparamos directamente a cuantos nos fue posible el daño causado, excepto cuando el hacerlo implicaba perjuicio para ellos o para otros”; ellos entonces trabajan en aquello de reparar las faltas y ofensas a aquellos que afectaron con su conducta; y esto también es muy necesario dentro de la vida cristiana, pues con nuestra conducta de vida mundana, lo más probable es que hayamos herido y afectado a muchos de nuestros seres queridos, y este agravio debe ser reparado. Cuando Zaqueo, un hombre rico que cobraba impuestos para Roma, se convirtió al evangelio le dijo a Jesús: “He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado” (Lc 19:8), y esta debe ser la actitud de cada uno de aquellos que se enrolan en los caminos de la recuperación del pecado.
Como dije antes, nadie considera al movimiento de los AA., una religión, pero no podemos dejar de mencionar el apego a Dios que ellos sienten y han puesto en sus consignas de los doce pasos; ideas y principios que fueron tomados de la fe cristiana como ya lo mencionamos, y que fueron adaptados a la idea de recuperar a los alcohólicos; veamos lo que dicen esos propósitos de los AA., con respecto a Dios, por ejemplo el paso dos dice: “Llegamos a creer que un Poder superior a nosotros mismos podría devolvernos el sano juicio”, el paso tres dice: “Decidimos poner nuestras voluntades y nuestras vidas al cuidado de Dios, como nosotros lo concebimos”, luego el cinco dice: “Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos, y ante otro ser humano, la naturaleza exacta de nuestros defectos”, el paso seis añade: “Estuvimos enteramente dispuestos a dejar que Dios nos liberase de todos estos defectos de carácter”, y el siete concluye: “Humildemente le pedimos que nos liberase de nuestros defectos” Si bien el dejar el alcohol es una decisión humana, una determinación del carácter del hombre de superar ese flagelo; pero también debe ser una entrega completa en las manos del Señor, aunque, es probable que no lo conciban correctamente, tal como lo dicen las escrituras, pero Dios es poderoso y lleno de misericordia que decide aún así actuar a favor de aquellos que se entregan sinceramente a la recuperación; así también sucede por supuesto en el evangelio, entre aquellos que deciden reconocer delante de Dios su carga de pecado y entregarse a él para ser lavados y limpiados de todas sus faltas, pues Jesús mismo dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mt 11:28) y es bien cierto que con nuestras fuerzas no podremos dejar el pecado, pues solo el Espíritu de Dios puede darnos el poder de vencerlo totalmente, la Biblia dice: “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zac 4:6). Para reconocer nuestra condición de pecado delante de Dios, no hay nadie mejor que el Espíritu Santo, quien nos puede hacer ver y entender nuestro mal proceder delante de Dios, y es el que finalmente acabará convenciéndonos de que somos pecadores; la Biblia dice, hablando del Espíritu Santo, de que él ‘convencerá al mundo de pecado’ (Jn 16:8). Entonces no podríamos acudir a nadie más, que a nuestro Salvador Jesús, pues como dijo Pedro, ‘ solo él tiene palabras de vida eterna’ (Jn 6:68) y ‘en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en quien podamos ser salvos’ (Hch 4:12) Si los alcohólicos en recuperación, confían y se entregan completamente a Dios, para ser recuperados del vicio, ¿cuánto más aquellos que desean ser recuperados del poder del pecado para ser declarados limpios delante de él?
Estas técnicas de recuperación, junto con algunos de estos principios expresados en los doce pasos, o algunos otros parecidos; han sido probados en otros tipos de vicios, así es como se habla de ‘drogadictos anónimos’, de ‘fumadores anónimos’, y otros grupos de autoayuda; pero en todos ellos podemos ver una similitud, pues en todos esos casos hay una lucha frenética para vencer al vicio, y se requiere de un deseo ferviente y sincero de dejar aquello; así es también el pecado, en cualquiera de sus categorías, ya que éstos mismos vienen a ser pecados, el alcoholismo, las drogas, el cigarrillo, como también lo son el adulterio, la idolatría, la pornografía, la mentira, el robo, etc., etc. Todos ellos necesitan una fuerte determinación humana para dejar aquello atrás y confiar y entregarse a Dios para ser salvados de aquellas plagas; porque así como la mayoría de los vicios, traen consigo una cuota de degeneración de nuestro cuerpo y de nuestra mente, matando cada vez más nuestra fuerza de voluntad y creándonos cada vez más adicción hasta dejarnos completamente dependientes; así también actúa el pecado en el hombre, mientras más ha transitado por las sendas de la maldad, mucho más difícil le será salir de sus garras, tendrá que sufrir cada vez mayor dolor, y siempre estará en peligro de volver a recaer. Solo Dios puede librarnos de todos estos sufrimientos, solo él puede sacarnos de todo vicio, solo él puede darnos esa fuerza de voluntad que necesitamos en los momentos más críticos de nuestras crisis; pero tenemos que disponernos en sus manos, pues de otra manera no podrá haber ninguna liberación del pecado. Y así como uno que bebe ocasionalmente los fines de semana o fuma solo un par de cigarrillos al día, nunca aceptará que es bebedor o que es fumador, aunque todos sabemos que ellos ya están clasificados como tal y que no pasará mucho tiempo en que caerán completamente presos en las garras de esos flagelos; así también sucede con aquellas personas que les parece que lo que hacen no es nada grave, pues ellos tienden a compararse con algún otro que hace cosas peores, pero no saben que al justificarse de esa manera lo único que conseguirán, será caer completamente en el adormecimiento de sus consciencias, y así nunca podrán salir de allí. También están muy equivocados aquellos que piensan que, primero se limpiaran de sus maldades, y luego se presentarán ante Dios, limpios y con la frente en alto; eso sería como dejar de beber y luego ir a los alcohólicos anónimos para hacerles ver lo que se ha logrado; eso es como decirle a Dios: ‘No es con tu fuerza ni con tu poder que yo me libraré de la maldad, pues yo también tengo las fuerzas necesarias para vencer el pecado; me limpiare hasta tal grado que no tendré de qué pedirte perdón’; y como usted verá, eso es lo más absurdo que podríamos llegar a pensar ¿verdad?. Es cierto que puede haber casos excepcionales, personas que dejan el vicio de la noche a la mañana, y así también las hay en la iglesia, personas que llegan allá por casualidad, y luego se quedan para siempre, y acaban siendo fieles servidores del Señor, pero como dijimos, esas son excepciones.
Bien, espero que haya podido expresar esta idea que estaba en mi mente, de una manera clara; pero, lo que mayormente espero es que pueda servirle, ya sea para que usted tome la decisión urgente de seguir a Cristo, o que le sirva para afirmar sus pasos, o para alentar a aquellos a quienes seguramente tiene en mente, aquellos por quienes ora para que sean salvados del poder del pecado y la muerte, y así un día podamos estar todos junto a nuestro Señor y Salvador Jesús, por toda una eternidad. Que Dios les bendiga mucho. Amén.

1 de agosto de 2010

La dispensación de la ley

Después de la muerte de Abraham y de Isaac y luego de haber ido a parar a Egipto, los israelitas están conscientes de que algunas de las promesas y advertencias que Dios les hizo a sus antepasados, se han cumplido plenamente; por ejemplo, ellos son ahora muchísimas familias y saben muy bien que descienden de Isaac hijo de Abraham; y luego de haber estado más de cuatrocientos años esclavizados en Egipto, ellos saben que esto también fue dicho por Dios a Abraham (Gn 15:13). Por otro lado, también debemos notar que a estas alturas de la vida humana, la idea de reglas de convivencia, de legalidad y otras formas de pensar, se han ido estableciendo desde hace mucho tiempo y en muchos países; los hombres ya en los días del rey babilonio Hammurabi (1760 a.C.), han podido establecer reglas o leyes con respecto a muchos aspectos de la vida cotidiana, y estas leyes casi siempre se consideraban de carácter divino, de hecho se depositaban generalmente en los templos, y en la mayoría de los casos se cumplían para dar satisfacción a esos dioses. Y, por supuesto, por medio de tales leyes, los gobernantes podían juzgar y regular la vida dentro de sus territorios. En los días de Israel en Egipto, tiempo hace ya, que se ha introducido el concepto de castigo por incumplimiento de algunas reglas, el concepto de pacto de convivencia entre algunos reinos, y la conciencia de que el más poderoso gobernará sobre el más débil. Por otro lado tenemos la desarrollada idea de deidad, y el debido respeto y devoción a aquello que se concibe como dios; muchos pueblos, como los mismos egipcios que han esclavizado a los israelitas, tienen sus propios dioses a quienes ofrecen sacrificios y hacen diferentes ritos intentando obtener de ellos favores, protección o calmar su ira en caso de haber incumplido alguna regla, que puede incluso no haber sido escrita, pero estaba claramente establecida, por la lógica, la razón y la psicología de aquellas gentes. Y finalmente, toda concepción de gobierno, llámese, faraón, rey o emperador, tenía una cierta connotación de dios, así algunos fueron venerados y temidos incluso hasta mucho después de su muerte.
Al finalizar ese periodo de cuatrocientos años que Dios le había anticipado a Abraham, los israelitas se encontraban muy oprimidos y su clamor era para Jehová, el Dios de sus antepasados Abraham, Isaac y Jacob (Ex 3:7-8). Este clamor por supuesto que era escuchado y conocido muy de cerca por el verdadero Dios del universo, por lo que decidió enviar a Moisés a sacar de allí a los descendientes de Abraham. Una vez que fueron libertados, ya en el desierto era necesario darle a ese pueblo una identidad, tal como la tenían los otros pueblos, una relación cercana con su rey, y con su Dios; junto a quien se hallaran seguros, por medio de quien se hallaran en sana convivencia, de quien pudieran esperar toda provisión, junto a quien pudieran conseguir la victoria frente a los eventuales enemigos, y por quien pudieran ser también castigados frente a eventuales faltas; tal como lo hacían los otros pueblos de los cuales ellos tenían conocimiento. Este es el momento que ha elegido Dios desde antes de la fundación del mundo, para introducir la necesaria ley y el correspondiente castigo en caso de ser infringida por su pueblo, que por ahora lo constituyen solo los descendientes de Abraham.
Dios en ese su infinito amor, y entendiendo la capacidad del hombre de esos tiempos, usa muchas de las reglas, preceptos y costumbres que ya han sido usadas por otros pueblos, y no es precisamente en esta etapa o dispensación que comienza a hacer eso como lo hemos explicado otras veces, sino que siempre lo ha hecho, y no lo ha hecho por que no tiene capacidad o imaginación para guiar a su pueblo; sino que Dios en su amor ha ido adecuando su plan al desarrollo de la consciencia y la razón humanas, porque es a ellos a quienes desea darse a conocer y es con ellos con quienes quiere llegar algún día a convivir plenamente. Tampoco se puede hablar de una contingencia; o sea, Dios no está adecuando su plan a la conducta del hombre, porque no tiene otra forma de hacerlo, sino que, lo que está haciendo es parte de su eterno plan; Dios conoció toda la evolución del pensamiento y conductas humanas desde antes de la creación del mundo, y así, a través de ese conocimiento previo fue diseñado su plan, y ahora solo está aplicando lo que ha sido planificado; habiendo dejado por supuesto que sea el hombre en ese su libre albedrio, el que desarrolle la parte que le corresponde. Por ejemplo cuando hace pacto con Abraham, luego de prometerle que la tierra de Canaán seria para él, Abraham dijo: Señor Jehová, ¿en qué conoceré que la he de heredar? (Gn 15:8) Ante esta pregunta tan directa, y quizá ante la imposibilidad de convencerlo, Dios empleo un rito de compromiso en el que se interponía la sangre de animales entre los que hacían la promesa, para asegurar que aquel que fallará en cumplir su palabra, moriría igual que esos animales, esa era una de las formas más seguras de hacer pactos o contratos en esos días; y el Señor no tiene ningún inconveniente en usar ese rito para hacerle entender que él cumpliría su palabra, pues como usted puede leer en ese pasaje, Abraham no es obligado a pasar por entre medio de los animales muertos, haciendo él también promesa de que cumpliría su palabra, pues de alguna manera el trato era unilateral, solo era una promesa de Dios hacia Abraham. Otro ejemplo, lo tenemos solo dos capítulos más adelante (Gn 17:1-14), donde Jehová evoca el pacto que ha hecho, de ser el Dios de Abraham y de su descendencia, y que la tierra de Canaán sería para sus hijos para siempre; y en esta ocasión ya no es una promesa de Dios de que cumpliría su palabra, sino que se busca una señal de que los israelitas aceptan ese pacto con Dios, y para esto también se usa un sistema que ya usan algunos pueblos para demostrar a sus dioses que ellos se mantendrían en limpieza de conducta, en fidelidad, obediencia y temor de su dios; pues hay que decir que en algunos pueblos, la circuncisión tenía incluso una connotación de castidad o limpieza sexual; así también el verdadero Dios toma esta costumbre y la establece entre los descendientes de Abraham para indicar que ellos se identificaban plenamente con Jehová, se mantendrían alejados de la maldad y en temor del Dios de Abraham. Ellos entienden que la idea de fidelidad a Dios, es así como una esposa debía ser fiel a su marido, o sea amar, adorar o temer a otros dioses o ídolos, viene a significar traición a Jehová; la idolatría viene a ser el símbolo de la fornicación y el adulterio. Ser circuncidado entonces, significaba guardar de todo corazón la ley de Dios, amarle y adorarle solo a él, aunque este concepto demora mucho más tiempo en ser instalado plenamente en la mente de los hombres, a tal grado que es Pablo el que aun tiene que hacer alguna explicación con respecto a esta materia, en una dispensación posterior (Ro 2:25-26, Gal 5:1-6, Col 2:11, etc.). Por esta razón también cuando Dios dijo a Abraham, que sacrificara a Isaac, éste no cayo desmayado del impacto por la crudeza de tal petición; pues habían muchos pueblos que ya hacían este tipo de sacrificios, en temor a los dioses que ellos tenían, ellos ofrecían sus hijos en sacrificio, ya sea, para calmar la ira de ese supuesto dios, o para lograr algún favor o demostrar obediencia. Es por eso que Abraham toma a su hijo y camina hacia el monte donde se dispone a realizar el sacrificio que le había pedido Dios (Gn 22). De allí, de los otros pueblos que conocían los israelitas, también tomó Dios el uso de la sangre de animales en algunos ritos, el concepto de puro o inmundo frente a algunos actos, o el comer carne de algunos animales o el visitar algunos lugares; el uso de inciensos, el uso de vestimentas especiales en los sacerdotes, y así podemos citar muchos ejemplos en los que ha sido el hombre el que ha tomado la iniciativa de usarlos y darles un cierto sentido de santidad o de pecado, y luego por supuesto Dios, le puso un sello personal a muchas de esas costumbres, y se las dio al pueblo de Israel, para que se identifique con su Dios, y así también le siga, le obedezca y le tema.
Todos estos antecedentes están presentes en cada israelita en los días en que ellos se encuentran al pié del Sinaí, y es allí donde Dios les da sus leyes y preceptos, y les promete que si las cumplen ellos serán favorecidos de sobremanera por Dios; pero si las olvidan y no las respetan ellos también serán castigados y tendrán muchos problemas. Junto con esas leyes, también Dios les dio un tabernáculo donde pudieran adorar y ofrecer sacrificios para él, les dio muchos ritos, les dio sacerdotes y sus vestimentas, altares, comidas, fiestas, etc.; todo fue traído de alguna manera de los otros pueblos, y adaptado por supuesto a una forma exclusiva, que Dios en su sabiduría dio al pueblo de Israel; para que sepa que Jehová no estaba lejano a ellos y que estaba en condición de ser su rey y su Dios, y de suplir toda clase de favores y necesidades, tal y como estaba grabado en la mente de cualquier ciudadano del mundo de aquellos días.
Por supuesto que a los ojos de aquel que no conoce a Dios, eso puede parecer como ingenuo y como muy sencillo de parte de Dios; pero Jehová no lo hizo así, porque no tenía una mejor idea de cómo hacer que los israelitas lo adoraran, o porque no pudo encontrar una mejor manera de relacionarse con ellos; sino que Dios lo hizo porque hasta esos días era la única forma de que la gente pudiera entender una relación con su dios; y si somos realistas, hasta el día de hoy eso continúa así. Y aunque en cierta forma, solo es una copia de lo que ya hacían los otros pueblos, Dios de todas maneras puso un sello exclusivo en cada uno de estos ritos, leyes y costumbres; y también porque él es un Dios de verdad, es que aquellas cosas tomaron más protagonismo y calaron más hondo en el corazón del pueblo de Israel. Muchas de las indicaciones que Dios hizo en la ley de Moisés, está comprobado que tuvieron una base científica en cuanto a la salud, tanto física como mental; Dios les enseño a hacer un buen uso de los recursos naturales, recibieron pautas para una buena administración económica, y fueron inducidos a vivir en real armonía y paz, porque Dios tuvo verdadero cuidado de ellos; muchas de las leyes de Moisés, han sido tomadas como base para las leyes de los pueblos modernos, porque son conceptos mucho más justos y profundos; muchas de las promesas de Dios para ese pueblo se llevaron a cabo tal y como Dios lo había dicho, ya sean cosas de bendición o de castigo; lo que por supuesto no es posible ver en los ritos de aquellos que no son dioses, muchas de esas costumbres, solo llevaron a los pueblos a la degeneración sexual, a fomentar la esclavitud entre los pueblos; nada de lo que sus profetas o sacerdotes profetizaron fue llevado a la realidad, y ninguno de esos pueblos permaneció en el tiempo, ni conservó sus leyes y costumbres; porque lo que se dijo que era una ley divina y lo que se vertía en esos altares, solo era deseo de hombres. Esta situación, por supuesto que lleva a confusión a aquellos que no creen en Dios y no saben nada de sus planes de amor para con el hombre, pues les parece que los israelitas habrían inventado su propio dios en el desierto, y ellos habrían sacado mucho de las costumbres de Egipto y de otros pueblos para inventar la historia de que Jehová les dio esas leyes y preceptos, siendo que es muy claro que esas costumbres e ideas también las tenían otros pueblos; y los más lamentable es que muchos de los que dicen creer en Dios, también son contaminados con esta idea.
Esta ley dada a Moisés no solo consiguió afirmar la relación de Jehová con el pueblo de Israel, que por lo demás, con esos cuatrocientos años en Egipto esa relación ya había sido muy disminuida, pues para el pueblo de Israel, ese Dios que llamó y estableció pacto con Abraham hacía ya más de cuatro siglos atrás, era lejano; por esa razón, y también porque la idolatría o presencia de muchos de los dioses egipcios en el corazón de los israelitas, venía a ser una realidad; es que ellos necesitaban una manifestación de ese Dios que le hizo promesas a su antepasado Abraham. Y también se hicieron necesarias las leyes y preceptos, disposiciones y promesas nuevas, para que adquieran seguridad, y haya algo palpable en cada israelita de los días de Moisés en el desierto; y esto se hace aún más claro, cuando vemos como ellos logran salir de Egipto y luego entrar en la tierra de Canaán de una manera excepcional; digo excepcional, porque lo que hicieron ellos no pudo haber sido solo una hazaña de hombres, y por lo tanto no quedarán dudas en la mente ni en el corazón de ese pueblo, de que Dios se está ocupando de ellos personalmente. Esto no solo es favorable para los israelitas, pues ese Dios que sacó a Israel de Egipto, haciéndolo pasar por en medio de las aguas del mar rojo, y que les dio las victorias en Canaán, se hace famoso por todo el mundo cercano a esas tierras, entonces es algo que no ha pasado desapercibido dentro de la humanidad, y ahí ya podemos ver que el plan de Dios es para toda la humanidad, y que está funcionando. Es así, como la reina de Sabá se vio obligada a subir a Jerusalén para ver la grandeza del reino israelita (1Re 10:7), y según la Biblia todos los reyes de los días de Salomón admiraban la grandeza de Israel (1Re 10:24-25); también de esta grandeza supieron Hiram rey de Tiro, Nabucodonosor rey de Babilonia, Ciro rey de Persia, y muchos otros reyes y pueblos de todo el mundo de esos días; incluso podemos verlo hasta en los días del Mesías, cuando vinieron de algún país oriental unos astrólogos y sabios para adorar al rey de los judíos; eso es así, porque el pueblo de Israel era famoso en el mundo por tener un Dios de carácter excepcional.
Por otro lado diremos que, la ley dada a Israel, no solo tuvo la función de darle una identidad a Israel, y de hacerle un pueblo conocido en el mundo; sino que debe cumplir algo mucho más profundo y significativo en el corazón de los seres humanos, primeramente por supuesto en el pueblo de Israel, pero luego también lo hará en todo el mundo que conciba en su mente el concepto de ley; hay un pasaje Bíblico que lo establece así: “Pero sabemos que todo lo que la ley dice, lo dice a los que están bajo la ley, para que toda boca se cierre y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (Ro 3:19-20). Entonces la función de la introducción del concepto de ley en el mundo, y de la ley mosaica entre los israelitas; tiene una función mucho más importante, y es la de hacer que el hombre pueda aceptar que es un infractor de la ley; porque si no existiese ninguna ley, por supuesto que no podrá haber infractores, pues al haber los hombres inventado las leyes, han empezado a parecer los que cometen faltas a la ley y se han hecho susceptibles de castigos, los cuales esas mismas leyes establecen. También esto les ha venido a pasar a los judíos por supuesto, con la ley de Moisés, todo judío consciente sabe que ha faltado en algún punto de esa ley y por lo tanto no cumple con los requisitos establecidos en esa misma ley que dicen: “Porque de la justicia que es por la ley Moisés escribe así: El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas” (Ro 10:5 y también en Lv 18:5, Ez 20:11, Gal 3:12, etc) Sencillamente estamos hablando de que si alguien falta en algún punto de esa ley, se hace culpable de muerte, solo vivirá aquel que pueda cumplir toda la ley, el Apóstol Santiago lo escribió así: “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley” (Stgo 2:10-11). Entonces sin ley no hay pecado, pero con la ley de Dios, todos hemos venido a ser pecadores, tal como lo confirman las escrituras: “¿Qué, pues? ¿Somos nosotros mejores que ellos? (haciendo una comparación entre judíos y gentiles) En ninguna manera; pues ya hemos acusado a judíos y a gentiles, que todos están bajo pecado. Como está escrito: No hay justo, ni aun uno” (Ro 3:9-10). Así como en un país, si lo miramos con mucho cuidado, se supone que no hay ni siquiera un solo ciudadano que no haya cometido alguna falta a alguna de sus muchas leyes, en algún momento de su vida, toda persona ha cometido aunque sea una falta, sino es de los que cometen muchas y terribles aberraciones a la ley; algunos incluso puede que no sepan que tal o cual conducta está penada por la ley, pero no por eso son inocentes, pues la falta se ha cometido y son infractores de la ley; así, tal cual, hemos venido a ser en cuanto a la ley de Dios, y no me refiero solo a la ley de Moisés, pues esa, puede ser aplicable solo a los judíos; pero hay una ley que Dios ha escrito en nuestros corazones, y esa es la que nos acusa y nos delata como culpables en el momento en que cometemos alguna falta. He aquí otro pasaje que nos aclara esto: “Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán (esto equivale a ser condenados por Dios al castigo eterno); y todos los que bajo la ley (note que se está hablando de la ley de Moisés) han pecado, por la ley serán juzgados; porque no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados. Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres…” (Ro 2:12-16)
Es necesario volver a repetir la frase de Romanos 3, versículo 20, ‘porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado’; por lo tanto cada ciudadano del mundo es capaz de darse cuenta de manera racional, que hay una ley de Dios a la que él ha faltado, y que por haber faltado a esa ley, es merecedor de un castigo; por lo que este viene a ser el objetivo principal de la ‘dispensación de la ley’; hacer que todo hombre esté consciente de que ha faltado a la ley de Dios, y que no tendrá ninguna forma de aparecer justificado delante de él. Por supuesto que están aquellos que les cuesta mucho llegar a aceptar esa condición de pecado en sus vidas, ya que se han ideado muchas formas de hacer que las consciencias de los hombres de todas formas permanezcan tranquilas a pesar de que es evidente la falta, porque Dios dice, como vimos, que en el mundo no hay ni siquiera uno que sea hallado justo delante de él; y así todo aquel que bajo minucioso examen de su conciencia se analiza, hallará que es infractor de la ley de Dios. Por supuesto que Satanás, trabaja todo el tiempo en inventar nuevas formas de hacer que el hombre se sienta cada vez más tranquilo y confundido en su condición de pecado frente a Dios, es una lucha por anular este principio fundamental que debe tener grabado en su corazón todo ser humano, para reconocer que ha faltado a Dios y que por lo tanto necesita pedirle perdón y necesita una forma de deshacerse de esa condición de culpabilidad, lo que es tan difícil; solo si el hombre pudiera salir del marco de la ley, podría llegar a estar exento de acusación. En ninguna de las dispensaciones anteriores hemos hablado de un final, pero es necesario para que se cumplan los planes de Dios, que la dispensación de la ley sí llegue a su final, Jesús dijo: “La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él” (Lc 16:16) Entonces, es Dios mismo el que provee esa liberación del sistema de la ley, y anuncia algo diferente que aquí es llamado ‘el reino de los cielos’, esto significa entrar a una nueva dispensación, de la que ya pronto estaremos hablando. Que Dios les bendiga ricamente. Amén.