Hebreos 1:1-2

Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quién constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo.











24 de julio de 2010

La logia de Cádiz


Autor: Jorge Fernández Díaz

Es un libro muy bonito y lleno de colorido, que nos cuenta algunas de las épocas más importantes de la vida de uno de los genios libertadores de América del sur, el General José de San Martín. Éste latinoamericano, nacido en Yapeyú, de padres españoles; fue llevado a España a temprana edad, donde abrazó la carrera militar; hombre destacado desde un principio por su valentía y sagacidad, convertido en el héroe de Bailén contra los ejércitos de Napoleón, y destacado en otras tantas batallas; este hombre, decepcionado por la negligencia e infamia del rey Fernando VII, finalmente decide unirse a algunos idealistas que soñaban con la independencia de América del Sur. Se une a la Logia de los caballeros racionales, grupo masónico, una especie de pacto secreto de conspiración contra la corona de España. Se traslada a su país de origen Argentina, junto con uno de sus hermanos de la logia, Carlos María de Alvear, quien también participó en la revolución emancipadora de Argentina, y con quien finalmente no tuvo buen entendimiento.
El autor nos relata vívidamente cada uno de los episodios, especialmente uno de la revolución argentina, quizá el más simbólico y determinante, el combate de San Lorenzo; y durante todo el libro, al lector se le hace difícil, saber en qué momento se pasó de la historia a la novela, lo que hace del libro una fuente de lectura rica y entretenida. Nos enteramos del matrimonio del general con doña María de los Remedios de Escalada, y otros pormenores, el nacimiento de su hija Mercedes, de la formación de su escuadrón de ‘granaderos a caballo’ y mucho más. El autor nos permite conocer más de cerca a este insigne caudillo americano, quien participara también en la independencia de Chile, y Perú con su famoso ‘Ejército de los Andes’; hasta llegar a su vejez allá en Francia, cansado y achacoso, lo vemos en su vida de retirado, junto a su hija y sus nietas; discurriendo de tarde en tarde junto a sus amigos, Honoré de Balzac y su ex compañero de milicia Alejandro Aguado, quien temprano dejara el uniforme militar, para dedicarse a los negocios con gran éxito, éste llegó a convertirse en el hombre más rico de la Europa de esos días, y quien al morir, nombrara a San Martin el albacea de su herencia y tutor de sus hijos. San Martin murió el 17 de Agosto de 1850, y un día después moriría su amigo, Balzac.
Bonito libro, interesante por su presentación novelesca y casi épica, y se ve que el autor está bien documentado; autor, de quien es el único libro que he leído por ahora, pero por algunos comentarios que hay en la tras tapa, me doy cuenta de que es muy leído y apreciado en su país, Argentina. Es un libro muy liviano y cautivante, recomendable como lectura entretenida y educativa.

15 de julio de 2010

La dispensación de la fe y de la promesa

Muchos, solo la llaman la dispensación de la promesa; pero creo que es mucho mas objetivo llamarla la dispensación de la fe y la promesa; pues la fe, es la que aquí tiene una relevancia muchísimo mayor que la promesa. En el camino hacia el cielo, la humanidad ahora que está establecida en el mundo, haciendo uso de muchas de sus facultades entregadas por Dios, como la de hacer pleno uso de su conciencia, la capacidad de gobernar este mundo, la facultad de libre elección o albedrio, su capacidad de organización y todo ese potencial que el hombre tiene y lo está desarrollando; también ahora y en este momento, Dios decide que es necesario que el hombre aprenda a confiar en él, en su palabra y en sus promesas, lo que en sí quiere decir tener fe. Como es muy difícil introducir el concepto de la fe en la humanidad, y más en aquellos pueblos que por la confusión de lenguas han venido a ser muchos y han empezado a tener diferentes formas de pensamiento; por lo tanto Dios ha considerado escoger de entre la humanidad a un hombre, por medio del cual pueda llevar adelante esta gran tarea, la de hacer entender al ser humano que es muy importante confiar en Dios, y en sus promesas; y este hombre elegido es Abram que quiere decir ‘padre enaltecido’, y que luego se llamará Abraham lo que viene a significar ‘padre de multitudes’. Creemos firmemente que Abraham no fue elegido al azar, solo por gracia de Dios como dicen otros, sino que fue elegido por que Dios en su magnificencia y omnisciencia sabe que ese es el hombre adecuado. Por supuesto que en el mundo de Abraham hay muchos hombres que creen y confían en Dios, pero su proyecto necesita de uno tal que pueda sentar las bases de la fe para toda una humanidad, pues ha sido llamado padre de multitudes, y esto es confirmado por las escrituras cuando dicen: “Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham” (Gal 3:7)
La Biblia define la fe como ‘la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve’ (Heb 11:1); esto significa estar seguros de aquello que esperamos, y para esto es necesario que haya algo para esperar, ya sean promesas, ya sean advertencias; así como esas que se le dio a Adán, el día que se le dijo: “De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Gn 2:16-17) Esto no es simplemente una advertencia de castigo con la muerte, sino que también trae implícita una promesa de que si obedecen a la voz de Dios ellos podrían vivir eternamente en ese jardín. Ellos no llegaron a estar completamente seguros de esa vida que les esperaba en el Edén, y tampoco pudieron convencerse de que la muerte que les esperaba después de comer de esos frutos, les traería consigo múltiples dificultades y tristezas. Seguramente Dios calificaría esa falta de fe como comprensible, pues Adán y Eva no tenían ninguna experiencia con la muerte, no la conocían, tampoco podían imaginar un lugar diferente al jardín de Edén, pues nunca habían estado en otro lugar que no fuera ese, y en fin, podemos citar un montón de atenuantes para ellos; pero a medida que el hombre ha continuado en este mundo, y a medida que ha ido teniendo experiencias y conocimientos de su entorno y de su relación con Dios, el contenido de su fe también se ha ido haciendo más racional; pues no es lo mismo que se le hubiera dicho a Adán: ‘a ti te daré esta tierra’, que hacerle a Abraham esa promesa. Pensemos que en los días de Abraham, ya muchos hombres se han hecho dueños de muchos lugares donde se han establecido y progresan como reyes y gobernantes, aunque sea en base a guerras y luchas, pero ellos han logrado introducir en sus mentes el concepto de ‘propiedad de la tierra’, lo que con toda seguridad no estaba en Adán, este en su inocencia no habría entendido esa promesa; Abraham conoce en sus días lo que significa ser dueño de tierras, y ser dueño de posesiones, el sabe que aquellos que no poseen tierras ni bienes, tienen que sufrir necesidades y aflicciones, llegando incluso a venderse como esclavos de otros más poderosos, Abraham mismo tenía esclavos; pero en la mente de Adán, solo había libertad, abundancia de pan y ninguna aflicción.
Dios le hizo promesas a Abraham, tales como: “Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre” (Gn 13:14-15); “En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra” (Gn 22:18); o como cuando dijo Abram: “Mira que no me has dado prole, y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa. Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará” (Gn 15:3-4). La mayoría de las promesas que recibió Abraham, eran imposibles de cumplir desde un punto de vista humano, pero lo valorable de Abraham es que confió en Dios de todo corazón, creyó en todo lo que Dios le dijo; Abraham, hizo algo que ningún hombre de su tiempo pudo haber hecho; pues si bien hay muchos conceptos, como dijimos, que le ayudan a Abraham a creer, de todas maneras lo que él sabe es muchísimo menos que lo que cualquier hombre de nuestros días puede conocer, por lo tanto para entender lo que hizo Abraham, debemos tratar de descender hasta ese nivel de conciencia. Por eso es admirable la fe de Abraham; porque a pesar de que en su propia vida, muchas de las cosas que se le prometió ni siquiera sucedieron, como es el caso de la posesión de la tierra de Canaán, él murió y no poseyó esa tierra, pero no por eso él dejo de creerle a Dios ni a sus palabras, pues con seguridad confiaba que la parte de la promesa que era para su descendencia, sí sería cumplida. Con respecto a tener un hijo, también era algo imposible, pues Sara no solo era estéril, sino que ya tenía noventa años, y su edad fértil había concluido hacía mucho tiempo y ellos lo sabían muy bien; pero aún así, Abraham confió en Dios, creyó sin dudar en que él es poderoso para cumplir lo que dice; la Biblia con respecto a la fe de Abraham, dice: “Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia” (Gn 15:6) Esto quiere decir que Abraham fue declarado justo, limpio, sin pecado delante de Dios, por creer fielmente en sus promesas; y así también le fueron dadas promesas a Isaac, hijo de Abraham y a Jacob, nieto de Abraham. Y aunque estos hombres cometieron algunos errores; es por la obediencia y fe de ellos que Dios llega a presentar su profunda enseñanza de cómo debemos creer y confiar en él, de cuánto valor tiene para él la fe que podamos ejercer en referencia a su palabra y a sus promesas; tenemos que aprender que Dios cumplirá todo lo que ha dicho y todo lo que ha prometido, así las cosas buenas y también aquellas que son malas para nosotros, pues si Dios lo ha dicho se cumplirá, aunque a nosotros nos parezca que es imposible. Como ejemplo, podemos ver que aquellas promesas dadas a Abraham y a sus descendientes, fueron cumplidas con creces, aunque algunos de ellos como dijimos, no las pudieron ver; pero no por eso fallaron en su fe, sino que murieron creyendo firmemente que Dios sí cumpliría tales promesas. Pero nosotros tenemos aún más ventaja que los patriarcas, pues en nuestros días podemos ver que esas promesas se han hecho realidad; por ejemplo la descendencia de Abraham aun vive en Palestina, que es la tierra donde estaba parado Abraham en día que Dios le hizo esa promesa; y si decimos que los judíos son descendientes de Abraham, es porque realmente Dios le dio un hijo, el cual fue Isaac y de Isaac vino Jacob, y de Jacob, las doce tribus de Israel; y en su simiente, esto es en Jesucristo, quien fue descendiente de Abraham, humanamente hablando o según la carne como dice la Biblia; están siendo bendecidas todas las naciones de la tierra, esto quiere decir, que están oyendo el mensaje de salvación por la fe en Jesús, que sin lugar a dudas es la bendición más grande que pudiera haber sido dada a la humanidad. Entonces este cumplimento de las promesas y de las palabras de Dios, es el que ha ido confirmando a través del tiempo, que Dios es verdadero y fiel a lo que dice; muchas han sido las naciones extranjeras que han reconocido que Dios es fiel; veamos algunos ejemplos: “Y para oír la sabiduría de Salomón venían de todos los pueblos y de todos los reyes de la tierra, adonde había llegado la fama de su sabiduría” (1 Re 4:34) Si bien se habla de la sabiduría de Salomón, era la fama de Dios la que se extendía por el mundo; la reina de Saba es otro ejemplo: “Jehová tu Dios sea bendito, que se agradó de ti para ponerte en el trono de Israel; porque Jehová ha amado siempre a Israel, te ha puesto por rey, para que hagas derecho y justicia” (1 Re 10-9); y desde Babilonia se dijo: “Mas al primer año de Ciro rey de los persas, para que se cumpliese la palabra de Jehová por boca de Jeremías, Jehová despertó el espíritu de Ciro rey de los persas, el cual hizo pregonar de palabra y también por escrito, por todo su reino, diciendo: Así dice Ciro, rey de los persas: Jehová, el Dios de los cielos, me ha dado todos los reinos de la tierra; y él me ha mandado que le edifique casa en Jerusalén, que está en Judá. Quien haya entre vosotros de todo su pueblo, sea Jehová su Dios con él, y suba” (2 Cr 36:22-23); y así podríamos citar muchos ejemplos más, pero solo queremos mostrar que esta lección que fue introducida con Abraham, fue de a poco extendiéndose a lo largo de todo el mundo, y así continua hasta el día de hoy.
Es verdad que Abraham también cometió algunos errores y en algún momento podríamos decir que la fe de Abraham falló, frente a los dichos de Dios; por ejemplo podemos ver a Abraham pidiendo pruebas a Dios por el cumplimiento sus promesas (Gn 15:8); lo vemos descendiendo a Egipto en tiempo de hambre en Canaán, en vez de esperar la provisión de Dios; sabemos que mintió a cerca de Sara diciendo que era su hermana y no su esposa (Gn 12:10-13, 20:2); que él y Sara trataron de ayudar a Dios en cumplir su promesa, y decidieron tener un hijo mediante su esclava Agar (Gn 16:1-2); y así podríamos ver muchos errores en Abraham y en sus descendientes, pues ellos eran hombres sujetos a pasiones y debilidades, igual que cualquiera de nosotros; pero más allá de eso, la Biblia resalta la fe de ellos, lo que interesa es que creyeron a Dios a tal grado que ellos sentaron las bases de la fe para toda la humanidad. Desde el punto de vista de Dios, con seguridad que todos los errores que cometieron no habrían podido ser evitados por ningún otro hombre a través de toda la historia de la humanidad; y he aquí, que esto viene a ser también un gran elemento de la lección en la dispensación de la fe y la promesa: Dios está dispuesto a perdonar nuestros errores, aquellos que humanamente podríamos cometer en algún momento de nuestras vidas, siempre que estemos dispuestos a obedecer a Dios con todo nuestro corazón y mantenernos firmes en la fe, mirando y esperando en Dios en todo momento, incluso dentro de aquellas esferas que al hombre le parecen increíbles. Este aspecto será reafirmado y profundizado más adelante, en otra dispensación, cuando el entendimiento de la mente humana sea capaz de aquilatar esta obra del Señor en su cabal dimensión, porque esto se llama ‘gracia de Dios’; pero así como la fe se podría decir que empezó allá en el Edén en su forma más básica, así también empieza aquí la gracia de Dios.
La dispensación de la fe, no es una lección para toda la humanidad, al menos en los días de Abraham, quien se constituye solo en el inicio de esta enseñanza, que luego de muchos años y siglos se irá extendiendo a todo el mundo. A nosotros nos puede parecer un sistema que se desentiende del resto de la humanidad, y que se focaliza solo en una parte del mundo; pero Dios es infalible; y con toda seguridad, no existe otro método para hacer que todos los humanos entiendan esta lección. Esos cuantos siglos que pudiera haber tardado en establecer ésta como una lección para toda la humanidad, en realidad a los ojos de Dios, simplemente son un momento; y en todas estas cosas podemos ver que Dios es grande y que es maravilloso, pues no hay otro dios en el universo, que pueda haber interactuado con la humanidad, a tal grado que no hay un solo minuto de la historia, que no se constituya en parte del plan de Dios para el hombre. Quizá esta grandeza sea para muchos, el impedimento de entender los grandes propósitos de Dios; porque muchos solo pueden ver el momento, lo que sucede a su alrededor; pero no son capaces de mirar hacia la eternidad, que es donde realmente se puede distinguir la figura de Jesús. Solo la fe, es la que le permite al hombre mirar hacia el cielo, y entender que su realidad no está en esta tierra, sino que su realidad, esta en las palabras de Dios; por la fe, entendemos que aquí solo somos unos peregrinos que caminamos por este mundo, pero sin dudar, avanzamos hacia un lugar que ni siquiera conocemos, pero que presentimos. Para finalizar, transcribo para ustedes, unos versículos que nos ayudan a entender esto que acabo de decir: “Conforme a la fe murieron todos éstos (los grandes hombres de fe de la Biblia) sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad” (Heb 11:13-16). Esta es entonces la dispensación de la fe y de las promesas de Dios hacia la humanidad; pronto estaremos hablando de la próxima dispensación, donde usted podrá entender aún más de sus propósitos eternos. Amén.

9 de julio de 2010

¿Por qué Jesús no regresó en 1843?

Desde principios del siglo XIX, se puede ver un incremento en el interés de muchos predicadores y estudiosos de la Biblia, por desentrañar las profecías a cerca de la segunda venida de Cristo a la tierra. Es verdad que en los últimos días del primer milenio, también el mundo fue inundado por un temor de que se produzca esa segunda venida de Cristo con el consiguiente juicio, lo que trajo una ola de locura y desesperación sin precedentes; la gente pensaba que se acercaba el final de la humanidad y del mundo, pero esta fue más que todo una situación psicológica, y no era precisamente el resultado de un escudriñar de las escrituras. También es verdad, que el tema siempre ha sido preocupación del hombre creyente en todos los tiempos; pero desde principios del siglo XIX, los hombres han incursionado mas en el estudio bíblico tendiente a establecer la fecha de la segunda venida de Jesús, aunque en realidad la misma Biblia aclara que ese día nadie lo conoce, ni siquiera aquellos que moran junto a Dios, solo el Padre de los cielos conoce ese momento (Mr 13:32).
La situación socio política de los nacientes Estados Unidos, por las constantes refriegas con Inglaterra por el dominio de territorios, la fiebre del oro en California y luego la secesión de los estados esclavistas del sur que luego entraron en conflicto con los estados del norte o de La Unión; fue el caldo de cultivo para el nacimiento de varias tendencias religiosas algunas de carácter revisionista, otras fundamentalistas, y también aquellas que fueron iniciadas por algunos que dijeron que habían tenido revelaciones o manifestaciones evidentes de parte de Dios y de su Santo Espíritu. Fue en ese tiempo, que William Miller, un granjero y militar norteamericano, que perteneció inicialmente a la iglesia bautista, y que luego también fue francmasón; inició sus estudios particulares de la Biblia, poniendo especial énfasis en las profecías. De acuerdo a sus estudios, él llego a la conclusión de que Jesús retornaría a la tierra física y visiblemente el 21 de Marzo de 1843. Como en esa fecha nada pasó, Miller, después de revisar sus cálculos dio una nueva fecha para el 21 de Marzo de 1844; en esa fecha tampoco sucedió la anunciada venida de Jesús, entonces él, animado por algunos pocos que aún le apoyaban, pues los demás se habían retirado de su lado desilusionados, hicieron revisiones y comparaciones con el calendario judío, y dieron una nueva fecha para el 22 de Octubre de 1844. En esa fecha tampoco sucedió el mencionado advenimiento de Jesús, y William Miller reconoció que había fallado en la interpretación profética de la Biblia; sin embargo terminó sus días, convencido de la cercanía de la fecha del retorno de Jesús a la tierra.
La enseñanza de Miller que hablaba de la segunda venida de Jesús, estaba basada principalmente en un pasaje del libro de Daniel 8:13-14 que dice: “Entonces oí a un santo que hablaba; y otro de los santos preguntó a aquel que hablaba: ¿Hasta cuándo durará la visión del continuo sacrificio, y la prevaricación asoladora entregando el santuario y el ejército para ser pisoteados? Y él dijo: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado”. Para establecer esta enseñanza profética también se echo mano a lo que dice Daniel 9:24-27: “Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos. Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones. Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador ” La profecía de las setenta semanas de Daniel, es muy conocida, y apunta al hecho de que desde que salió la orden para re-edificar Jerusalén, que había sido destruida por Nabucodonosor alrededor del año 586 a.C., y la mayoría de los judíos llevados a babilonia cautivos, entre los cuales figuraba Daniel; y de acuerdo a una profecía rebelada al profeta Jeremías (Jer 25:11 y 29:10) Dios había dicho que los visitaría después de setenta años de cautiverio en Babilonia. Daniel conocedor de esta situación revisa los escritos y se da cuenta que ya está cerca el tiempo en que Dios debería liberar a su pueblo (Dn 9:2) y pide a Dios le rebele el tiempo de la liberación de Israel, y el ángel Gabriel le da esa revelación de las setenta semanas.
En líneas generales, no hay mucho problema con la profecía de las setenta semanas de Daniel, entre nosotros y los postulados de William Miller y sus seguidores; cuyas sesenta y nueve semanas (siete semanas y sesenta y dos semanas más, según el versículo 25) abarcan hasta los días del Mesías o Jesucristo y luego en forma muy separada, el ángel rebela la semana numero setenta (versículo 27) que tiene que ver con los siete años de la tribulación y que están en el futuro. Para los adventistas y Testigos de Jehová que son los seguidores de Miller, esas setenta semanas terminan en los días de Jesucristo; porque ellos no hacen la diferenciación de la última semana. Para el efecto de la enseñanza que tratamos hoy, no tiene caso discutir el tema de cómo se llevan a cabo las setenta semanas; porque todos estamos más o menos de acuerdo que tienen que ver con la orden que dio uno de los reyes medo persas, ya sea Darío o Artajerjes, para reconstruir Jerusalén; por que dicho sea de paso, hubo al menos tres órdenes en ese sentido, y que las sesenta y nueve o setenta semanas abarcan hasta la aparición del Mesías, ya sea que coincida con su nacimiento, su bautismo o con su crucifixión. El problema real con la enseñanza de Miller, no es la interpretación de esta profecía, sino la conexión que se hace de esta profecía, con la anterior, la de las dos mil trescientas tardes y mañanas (Dn 8:13-14)
Las setenta semanas de Daniel son semanas de años, y en esto también estamos casi todos de acuerdo; y son semanas de años, o sea setenta periodos de siete años, por varias razones: La primera es una razón lógica; porque si fueran semanas de días, sería imposible que esa profecía sea verdadera, pues las setenta semanas, solo significarían 490 días y eso equivale solo a un año y algo más de cuatro meses, lo que no tendría ninguna relación entre la orden de reedificar Jerusalén y la aparición del Mesías; pero si se toman semanas de años, o sea 490 años, entonces todo se vuelve muy aceptable, porque ese mas o menos es el tiempo que hay entre la orden de reconstruir Jerusalén y la manifestación de Jesús en Palestina. Pero no es esa la razón más importante para determinar que estamos hablando de semanas de años; debemos decir que el vocablo hebreo que usa la Biblia, para expresar el tiempo o semana en la profecía de las setenta semanas, es ‘shabu-im’ que es el plural de ‘shabúa’, que quiere decir unidad de siete o periodo de siete. Si bien es correcto traducirlo como semana, o periodo de siete días, no era ese precisamente su único significado; ya que esa palabra tiene relación también con semanas de años, como era otro uso que le daban los judíos. Un pasaje que muestra las semanas de años está en el libro de Levítico 25:8, donde dice: “Y contarás siete semanas de años, siete veces siete años, de modo que los días de las siete semanas de años vendrán a serte cuarenta y nueve años”. En la Biblia, cuando esta palabra es usada y se refiere a semanas comunes, el contexto siempre indica su significado lógico, por ejemplo en Deuteronomio 16:9, se usa la palabra ‘shabu-im’, y dice: “Siete semanas contarás; desde que comenzare a meterse la hoz en las mieses comenzarás a contar las siete semanas”, donde es lógico que se trata de semanas de días, pues se trata de una de las fiestas anuales de los judíos, la fiesta de las semanas o pentecostés, que se llamó así precisamente porque se celebraba al termino de los 49 días después de la fiesta de las primicias o de los primeros frutos. Otro ejemplo citaremos en Levítico 12:5, donde dice: “Y si diere a luz hija, será inmunda dos semanas, conforme a su separación, y sesenta y seis días estará purificándose de su sangre”, aquí también es lógico que se trata de semanas de días, no solo porque la historia confirma el tiempo de purificación de las mujeres para el caso; sino que los versículos anteriores hablan claramente de días, al referirse a la purificación que debía tener la mujer en el caso de dar a luz un hijo varón. En la Biblia se usa la palabra ‘shabúa’ o su plural, aproximadamente 17 veces, y en todos los casos se refiere a semanas normales o semanas de días; solo en Daniel 9:24-27, este término no tiene un contexto claro que nos sugiera abiertamente que se trata de semanas de días o de años; pero como dijimos, la historia confirma que se trata de semanas de años, lo que equivale a 490 años, tiempo en el que todos estamos de acuerdo.
Sin embargo, regresaremos a la profecía de Daniel 8:13-14, donde dice: “Entonces oí a un santo que hablaba; y otro de los santos preguntó a aquel que hablaba: ¿Hasta cuándo durará la visión del continuo sacrificio, y la prevaricación asoladora entregando el santuario y el ejército para ser pisoteados? Y él dijo: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado”. Guillermo Miller concluyó que eran dos mil trescientos años que se mencionaban en la profecía, y que esos 2300 años concluían en Marzo de 1843 d.C.; porque la relación que sacó era de que la orden para restaurar el templo en la profecía de Daniel 9:24-27 fue dada en el año 457 a.C., fecha que podría ser aceptada sin problemas. Pero también dijo que ese mismo año comenzaría la otra profecía, la de Daniel 8:13-14, donde se habla de las dos mil trescientas tardes y mañanas. Alguien puede decir que no se ve ningún problema en que dos profecías empiecen la misma fecha, y en ese caso, Miller habría tenido toda la razón; pero hay ninguna base escritural que nos permita afirmar tal cosa, mas al contrario, la base contextual del capítulo 8 y del 9 son muy diferentes, lo que será explicado más adelante; por lo que aceptar la idea de Miller, no sería aceptar lo que dicen las escrituras, sino aceptar simplemente lo que dice un hombre. Pero ese, otra vez no es el real problema; lo lamentable es que Miller y sus seguidores adventistas no consideraron que en el pasaje de Daniel 8 no se usa la palabra ‘shabúa’ ni ninguno de sus derivados, pues la Biblia dice claramente que son ‘tardes y mañanas’, lo que indica indudablemente periodos de 24 horas como eran los días judíos que empezaban en la tarde, y terminaban al día siguiente a la misma hora. Esto, no deja en absoluto posibilidad alguna de que se haga la conversión de días a años, para que podamos hablar de 2300 años, y que terminarían en 1843 con el regreso de Jesucristo; y como todos sabemos, así fue confirmado con la realidad de que Jesús no regresó ese año. Tampoco podría aceptarse esta fecha como la entrada de Jesús en el templo celestial para purificarlo, como dijo Hiram Edson que había recibido una revelación y luego lo predicó y confirmó Elena de White; porque como vimos, las fechas de 19843 y 1844 o cualquier otra fecha que se discuta, no tienen ninguna relación con la profecía de Daniel 8, ya que en ella no se trata de años, sino simplemente de días, y esos 2300 días solo equivalen a 6 años, 4 meses y 20 días.
El detalle más claro que desecha toda esa teoría millerista que habla del regreso de Jesús en 1843 o 1844 o que en esa fecha entró en el santuario celestial; es que todo el capítulo 8 de Daniel, se refiere a la caída del imperio medo persa y al desarrollo de imperio greco macedónico. Los griegos en esta profecía, son tipificados como el macho cabrío, cuyo líder fue Alejandro Magno, que allí es identificado como el cuerno notable (v 5); este macho cabrío, viene del poniente ( de Macedonia y de Grecia) y derriba y pisotea al carnero que representa al imperio medo persa (v 6 y 7). Como todos sabemos Alejandro Magno conquistó de manera sorprendente a los medo persas y engrandeció su imperio rápidamente; pero murió en Babilonia en la flor de su edad, y su reino fue repartido entre sus cuatro generales: Casandro, Lisímaco, Seleuco y Ptolomeo I (v 8). De la dinastía de Seleuco con el tiempo surgió un hombre que odió mucho a los judíos y cumplió plenamente esta profecía representado al cuerno pequeño (v 9), este fue Antíoco Epífanes. Esta profecía bíblica no solo es explicada y confirmada por la historia, sino que el mismo capítulo la explica así: “En cuanto al carnero que viste, que tenía dos cuernos, éstos son los reyes de Media y de Persia. El macho cabrío es el rey de Grecia, y el cuerno grande que tenía entre sus ojos es el rey primero (o sea Alejandro Magno). Y en cuanto al cuerno que fue quebrado, y sucedieron cuatro en su lugar, significa que cuatro reinos se levantarán de esa nación, aunque no con la fuerza de él. Y al fin del reinado de éstos, cuando los transgresores lleguen al colmo, se levantará un rey altivo de rostro y entendido en enigmas. Y su poder se fortalecerá, mas no con fuerza propia; y causará grandes ruinas, y prosperará, y hará arbitrariamente, y destruirá a los fuertes y al pueblo de los santos” (Dn 8:20-24) De acuerdo a datos históricos esta desolación judía habría comenzado entre los años 171 a.C. año en que fue asesinado el sacerdote Onías III por orden de Antíoco y abría terminado el 25 de diciembre del 165 a.C. con el triunfo judío y la purificación y dedicación del templo; lo que concuerda plenamente con los 2300 días o seis años y meses que menciona la profecía.
Es evidente que, como toda profecía, esta también tiene una significación secundaria y tipológica, y que se refiere al Anticristo de los últimos días, del cual Antíoco Epífanes viene a ser la figura; y la forma en que obtuvo el poder y como actuó en Jerusalén, son un ejemplo de cómo será el Anticristo en los días finales de esta dispensación, como ya lo hemos explicado otras veces.
Entonces, la pregunta de Daniel 8:13: “¿Hasta cuándo durará la visión del continuo sacrificio, y la prevaricación asoladora entregando el santuario y el ejército para ser pisoteados?; y que es contestada por el ángel de Dios, con la palabras: “Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado” , se refiere exclusivamente a los estragos que cometió Antíoco Epífanes con el pueblo judío, y que duró algo más de seis años o sea 2300 días, y no tiene nada que ver con el regreso de Jesús a la tierra o con que Jesús entraría al santuario celestial allá en el cielo; por lo que todo lo que se intente demostrar en sentido contrario, carece completamente de fundamento. El punto de inflexión millerista, está en la conversión de esos 2300 días (tardes y mañanas), en años; lo que no se puede hacer, bajo ningún punto de vista; pues la Biblia es muy clara en lo que dice; allí se usa precisamente la expresión más normal y de acuerdo a la usanza judía ‘tardes y mañanas’, tal como la encontramos en el Génesis: “Y fue la tarde y la mañana del día…” (Gn 1:5, 8, 13, 19, 23, 31, etc.); y para confirmar la idea, la frase vuelve a ser repetida en el versículo 26 donde dice: “La visión de las tardes y mañanas que se ha referido es verdadera; y tú guarda la visión, porque es para muchos días”. Es verdadera la visión de las tardes y mañanas, lo que significa que no hay necesidad de interpretación, o de hacer una equivalencia del tiempo, cambiando los días por años, ni se puede hablar de semanas de años, porque tampoco se usa la palabra ‘shabúa’ ni ninguno de sus derivados. El versículo termina diciendo que la visión es para ‘muchos días’; y el profeta Daniel, inspirado por el Espíritu de Dios, tiene el cuidado de no cambiar la unidad de tiempo al indicar el ‘cuando’ se produciría ese cumplimiento, o sea se ve obligado a decir ‘muchos días, pues también podría haber usado la palabra años, pero no lo hizo. Se supone que Daniel murió alrededor del año 530 a.C. y como vimos esta profecía se cumplió unos tres siglos y medio después; por lo que traducido a días, por supuesto que vienen a ser muchos días más allá de la vida de Daniel.
Si les otorgamos algún grado de credibilidad a los adventistas, también tendríamos que hacerlo con los testigos de Jehová, pues ellos emplearon la misma estratagema del cálculo de tiempo para establecer su teoría de que son la iglesia verdadera, o grupo de verdaderos seguidores de Cristo. Estos discuten que en 1914 d.C. se estableció el reino celestial de Jesucristo y se produjo su regreso a la tierra de manera invisible; reinando en este mundo desde aquellos días junto a un pueblo puro y santo, que pronto heredará la tierra; ese pueblo por supuesto son los testigos de Jehová. La teoría es la siguiente: De acuerdo a Lucas 21:24, donde que dice: “Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan”. Esta es una profecía de Jesús, que como toda profecía, es para el tiempo futuro; pero según los testigos de Jehová habría empezado en el año 607 a.C. con la invasión de los babilonios a Jerusalén, con Nabucodonosor a la cabeza; y este tiempo de los gentiles habría terminado en 1914, restableciéndose el reinado de Dios en el tiempo de ‘la restauración de todas las cosas’ mediante la Jerusalén simbólica que viene a ser como dijimos, la comunidad los testigos de Jehová.
Resulta que en el libro de Daniel capítulo 4, se cuenta que Dios le dio un sueño profético a Nabucodonosor, y en ese sueño él estaba representado por un gran árbol, que luego fue cortado, pero se le dejo el tronco encadenado en la tierra, de donde saldría un brote o retoño. Este sueño según la Biblia, significa que Nabucodonosor estaría trastornado o loco por siete años, por ser un rey muy orgulloso y altivo contra Dios; estos siete años, están mencionados como ‘siete tiempos’, que es otra forma de expresar los años en algunos pasajes bíblicos, pero se deja ese brote como símbolo de que su poder le sería devuelto, luego de que reconociera a Dios como el único gobernante poderoso del mundo. Por supuesto que ese sueño profético fue hecho realidad en la vida de Nabucodonosor, o sea fue una profecía que se cumplió en él mismo, y la Biblia cuenta en el capítulo 4 todos esos detalles.
Toda profecía tiene un solo cumplimiento y en el caso de ésta que tratamos, ya tuvo su cumplimiento en Nabucodonosor, como dijimos; si bien es cierto que las profecías pueden tener algún significado simbólico de otro hecho que se cumple en la historia, pero ese hecho siempre estará respaldado por su propia profecía. Un hecho puede estar profetizado dos o más veces, de diferentes maneras, por diferentes profetas y en diferentes épocas; pero una profecía, no puede tener dos o más cumplimientos, ese es un hecho muy importante a tomar en cuenta.
Según los testigos de Jehová, Nabucodonosor es un símbolo de Dios; y el poder y gobierno que Dios tenía sobre el pueblo de Israel, fue hollado o quitado por los Babilonios en el año 607 a.C. Esta fecha no coincide con la invasión babilónica a Jerusalén; pero independiente de eso, los testigos de Jehová, afirman que Dios volvió a restablecer su dominio luego de siete tiempos, así como sucedió con Nabucodonosor; y que esto vino a suceder en 1914 d.C., y que según ellos fue manifiesto mediante el retoño o brote que son los testigos de Jehová. ¿Cómo se llegó a esa fecha, si siete tiempos son solo siete años?; muy sencillo, y es que ellos fueron incluso más intrépidos que los adventistas, pues convirtieron los siete años en días, y así llegaron a tener 2520 días, a razón de 360 días por año, luego los seguidores de Charles T. Russell, porque él fue el que inicio el movimiento de los testigos de Jehová, volvieron a convertir esos 2520 días en años, y así llegaron a tener 2520 años; y por supuesto, si partimos contando en el año 607 a.C. coincide justo con 1914, incluso ellos se atreven a dar el mes y el día en que se cumplió esta profecía, 4 o 5 de octubre de 1914. Hay mil cosas que discutir acerca de las fechas y conceptos en la enseñanza de Russell, pero hoy solo estamos tratando el asunto de la conversión de días en años y viceversa. Nada de lo que ha propuesto Russell es posible hacer; cuando la Biblia dice que son días, entonces todos entendemos que se trata de periodos de 24 horas, y si dice que son años, entonces son periodos de 360 días, como generalmente se emplea en el cálculo profético; no existe esa teoría de que es un método bíblico de interpretación profética el convertir los días en años, o los años en días. Estos dos grupos, adventistas y testigos de Jehová, generalmente echan mano a pasajes tales como Ezequiel 4:6, que dice: “Cumplidos éstos, te acostarás sobre tu lado derecho segunda vez, y llevarás la maldad de la casa de Judá cuarenta días; día por año, día por año te lo he dado”, si bien en este pasaje se menciona ‘un día por cada año’, no es ninguna regla para interpretar las profecías, simplemente es una orden al profeta de representar la maldad que ha cometido el pueblo judío dentro de los últimos cuarenta años; y como es obvio, para el profeta sería mucho castigo estar cuarenta años acostado de lado, y hasta el mensaje quizá no sería entendido por sus compatriotas, por lo tanto Dios le cambia el equivalente de cuarenta años a cuarenta días, pero nada tiene que ver con interpretar profecías. Otro pasaje recurrente es el de Números 14:34, que dice: “Conforme al número de los días, de los cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada día; y conoceréis mi castigo”; aquí es al revés, Dios castiga la incredulidad de Israel, con cuarenta años de vagar por el desierto, hasta que esa generación sea completamente exterminada; ellos estuvieron vagando por el desierto cuarenta años en castigo de los cuarenta días que los espías israelitas habían tardado en reconocer Canaán, y luego de que regresaron desanimaron al pueblo diciendo que era una tierra imposible de conquistar, y todos murmuraron contra Dios. Pero de ninguna manera en este pasaje, se está hablando de que es una regla de Dios cambiar los días por años, y tampoco ésta es una profecía; por lo que todo lo que se ha hecho y dicho para establecer estas doctrinas como verdaderas o bíblicas, y que tienen relación con el establecimiento de fechas de inicio de estos movimientos religiosos o alguna otra supuesta manifestación de Dios, no tiene ningún fundamento ni razón bíblica.
Esta es entonces la respuesta correcta, al por qué Jesús no regreso en 1843, o 1844, o 1914, 1925 o cualquier otra fecha en la que se intente establecer alguna manifestación del poder o gobierno de Dios en la tierra. Dios siempre ha gobernado sobre aquellos que le reconocen como su Rey y Señor, pero un día, que por supuesto nosotros no podemos saberlo, él regresará de manera visible y sin secretos para nadie (Ap 1:7); entonces destruirá a los que no lo recibieron como su Señor y gobernante de sus vidas (Ap 19:21, 20:15), y recién establecerá un gobierno aquí en la tierra, solo junto a aquellos que han llegado a llamarse hijos de Dios, que han creído en él y le han esperado fielmente (Ap 21:3, 7). Por lo tanto, y para finalizar, diremos que esta es también una invitación a que usted amado lector, reciba hoy mismo a Jesús como su Salvador personal, y así llegue a ser su hijo, y pueda vivir junto a él por la eternidad y bajo su gobierno. Amén.

1 de julio de 2010

La cultura huachaca


O el aporte de la televisión

Autor: Pablo Huneeus
Pablo Huneeus, nos describe en tono crítico, el problema de la cultura latinoamericana y más específicamente de la cultura chilena; para entrar a entender este fenómeno, el hace previamente una descripción de la cultura que era propia de esta tierra, estamos hablando de la cultura autóctona antes que llegaran los españoles, un pueblo que tenía sus propias maneras de comunicarse, su organización social, su forma de transmitir sus maneras y costumbres, etc. Una cultura que no tiene mucho de conocimiento técnico, pero que está basada en su relación con la naturaleza, por lo tanto la acumulación de enseñanzas es lento, basado casi exclusivamente en la experiencia que se transmite de una generación a otra, y que por lo tanto produce una vida calmada en sus procesos y no tiene mucho apego a lo material o económico. Esta cultura, está en contraposición con otra cultura que llego con Cristóbal Colón, la tripulación de su barcos no fue precisamente la que la trajo, pero con el tiempo llego por esa vía, se trata de una alta cultura europea, aquella que tiene mucha filosofía, letras y arte, tiene mucha educación escolar e investigación, conoce de negocio y riquezas, posición social y al final trae también la tecnología; otra de sus características es que es centralista, ella tiene su base de operaciones en la capital, en contraposición a la cultura popular, que tiene sus raíces y sus centros de acción en el campo. Entonces, y como esta cultura llega para dominar a la anterior, la aspiración de las nuevas generaciones de la cultura popular o autóctona, que también es mayoritaria, es la de aspirar a ascender en todo lo que la nueva cultura tiene, para acortar las distancias; así aparecen muchos de esos jóvenes abandonando el campo para vivir a cualquier costa en la capital, y allí educarse y tratar de alcanzar algún puesto en la nueva sociedad. Pero cuando justo se estaba dando esa metamorfosis, aparece la televisión, un invento que llegó y que consiguió llamar la atención a medio mundo, esta envuelve a todos con su magia, influye en sus mentes y produce una nueva cultura, que ya no pertenece a la antigua cultura autóctona ni tampoco pertenece a la alta cultura, si no que es una cultura mediocre, que se avergüenza de su cultura original, y que no tiene la capacidad ni el ánimo de insertarse o alcanzar a la alta cultura, esta es entonces la cultura huachaca, nombre que viene de ‘huacha’, porque es una cultura que no tiene raíces ni ancestros; es la cultura de lo fácil, de lo superficial, de lo mediocre y conformista; esta ya no tiene esos finos modales del roce social ni de la mesa, no gusta ni busca el saber superior, tampoco le interesa conservar aquello que sus ancestros tenían, cosas simples, por ejemplo el conocimiento de las yerbas para una infusión, el observar el cielo para saber el estado del tiempo o cosas como esas; es la cultura, como lo grafica el mismo Huneeus: “Que exalta lo fácil. Continuamente celebra (no solo en televisión) lo fácil que fue ganar la Polla-gol. Si fue al puro lote, dejando a la guagua llenar la cartilla, tanto mejor. Si se gano un auto con solo adivinar cuál de las cajitas contenía la llave, ¡fenomenal! Si la animadora que brilla en las tardes, llegó ahí sin saber multiplicar ni dividir, ¡fantástico!; y si el dueño de un espacio lo adquirió a empujones, haciendo alarde de no haber pasado jamás por la educación superior, ¡chorísimo!” El objetivo de la televisión entonces es, concentrar grandes masas de gente frente al televisor, no para adelantarlas en sus conocimientos, ni para ponerlas en aprietos con concursos de preguntas de conocimiento superior, no para fomentar la superación de la sociedad; sino para insuflarles el consumismo, para entretenerlas de forma barata, para promover la mediocridad y para poder así lograr un solo objetivo, generar mucho dinero. Huneeus hace una comparación con la cultura de otros países como Estados Unidos, y otros de Europa, donde la televisión se usa también para fines de educación de los jóvenes, como un gran medio de ayuda para el docente; unidos con los programas de educación de cada país, ellos aprovechan este gran potencial para la superación de sus pueblos, para inculcar civismo y también tecnología, pero en nuestra Latinoamérica, y especialmente en Chile, dice él, las cosas andan muy mal. Y aunque Pablo Huneeus escribió este libro hace ya algunas décadas, la situación no ha cambiado para mejor; más bien pareciera que la cultura huachaca se ha instalado definitivamente en el medio y ha logrado un reconocimiento de toda la sociedad, pues ahora tenemos hasta una reina huachaca, y la mayoría seguro que estaría en desacuerdo con que se plantee lo que Huneeus dice: que el ministerio de educación o la administración del país debiera intervenir para que la televisión sea más bien educativa, que promotora de mediocridad.
Pablo Huneeus, es un sociólogo y escritor chileno, y aunque, este es el único libro que he leído de él, me parece bastante centrada su crítica y quizá en su momento fue hasta oportuna, pero no todos tenemos seguramente la misma opinión. Nosotros como cristianos, por supuesto que tenemos un concepto acorde con este escritor, en el sentido de que sabemos que el terreno preparado para el Anticristo, debe ser justamente el de una sociedad teleadicta, y mediocre; pues él tendrá por esta vía, un fácil logro de su objetivo principal, que es dominar el mundo. No sé si será la televisión, como se decía algunas décadas atrás, el medio que usará el Anticristo para involucrar a toda la sociedad mundial en su proyecto y también para poder controlarlo; pero de seguro que ésta será uno de sus principales componentes, y como hoy tenemos una masificación del uso de la internet, la telefonía inalámbrica, el GPS, el uso de satélites de comunicación, etc; creo que es más fácil concluir que la herramienta usada por el Anticristo en los días finales de esta era, será una mezcla de todo eso; por lo tanto el hecho de que la televisión y estos otros inventos sean de uso masivo y casi adicto, es un gran avance, dentro del panorama bíblico para el Anticristo; así como también, la baja en el nivel de cultura y formalidad en la sociedad mundial, viene a ser otra de sus herramientas; porque si bien este fenómeno es patético en Chile y en Latinoamérica, también está logrando un gran avance en toda las sociedades del mundo, la adicción y adecuación de las sociedades a los medios masivos de comunicación son el caldo de cultivo, para producir una sociedad acorde con las necesidades de éste líder mundial que pronto aparecerá.
Con seguridad la intención de Pablo Huneeus, no era la de entregarnos ese tipo de mensaje, y aunque quizá él no está muy al tanto de lo que dice la Biblia a cerca de esto; nosotros aplaudimos su análisis crítico, pues está hecho con la profundidad que necesita el momento histórico que vivimos, especialmente dentro del mundo cristiano, quienes esperamos la venida de nuestro Salvador en cualquier momento. La cultura huachaca es un libro muy recomendable por su contenido y por lo ameno de su presentación. Bendiciones.