Hebreos 1:1-2

Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quién constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo.











9 de julio de 2010

¿Por qué Jesús no regresó en 1843?

Desde principios del siglo XIX, se puede ver un incremento en el interés de muchos predicadores y estudiosos de la Biblia, por desentrañar las profecías a cerca de la segunda venida de Cristo a la tierra. Es verdad que en los últimos días del primer milenio, también el mundo fue inundado por un temor de que se produzca esa segunda venida de Cristo con el consiguiente juicio, lo que trajo una ola de locura y desesperación sin precedentes; la gente pensaba que se acercaba el final de la humanidad y del mundo, pero esta fue más que todo una situación psicológica, y no era precisamente el resultado de un escudriñar de las escrituras. También es verdad, que el tema siempre ha sido preocupación del hombre creyente en todos los tiempos; pero desde principios del siglo XIX, los hombres han incursionado mas en el estudio bíblico tendiente a establecer la fecha de la segunda venida de Jesús, aunque en realidad la misma Biblia aclara que ese día nadie lo conoce, ni siquiera aquellos que moran junto a Dios, solo el Padre de los cielos conoce ese momento (Mr 13:32).
La situación socio política de los nacientes Estados Unidos, por las constantes refriegas con Inglaterra por el dominio de territorios, la fiebre del oro en California y luego la secesión de los estados esclavistas del sur que luego entraron en conflicto con los estados del norte o de La Unión; fue el caldo de cultivo para el nacimiento de varias tendencias religiosas algunas de carácter revisionista, otras fundamentalistas, y también aquellas que fueron iniciadas por algunos que dijeron que habían tenido revelaciones o manifestaciones evidentes de parte de Dios y de su Santo Espíritu. Fue en ese tiempo, que William Miller, un granjero y militar norteamericano, que perteneció inicialmente a la iglesia bautista, y que luego también fue francmasón; inició sus estudios particulares de la Biblia, poniendo especial énfasis en las profecías. De acuerdo a sus estudios, él llego a la conclusión de que Jesús retornaría a la tierra física y visiblemente el 21 de Marzo de 1843. Como en esa fecha nada pasó, Miller, después de revisar sus cálculos dio una nueva fecha para el 21 de Marzo de 1844; en esa fecha tampoco sucedió la anunciada venida de Jesús, entonces él, animado por algunos pocos que aún le apoyaban, pues los demás se habían retirado de su lado desilusionados, hicieron revisiones y comparaciones con el calendario judío, y dieron una nueva fecha para el 22 de Octubre de 1844. En esa fecha tampoco sucedió el mencionado advenimiento de Jesús, y William Miller reconoció que había fallado en la interpretación profética de la Biblia; sin embargo terminó sus días, convencido de la cercanía de la fecha del retorno de Jesús a la tierra.
La enseñanza de Miller que hablaba de la segunda venida de Jesús, estaba basada principalmente en un pasaje del libro de Daniel 8:13-14 que dice: “Entonces oí a un santo que hablaba; y otro de los santos preguntó a aquel que hablaba: ¿Hasta cuándo durará la visión del continuo sacrificio, y la prevaricación asoladora entregando el santuario y el ejército para ser pisoteados? Y él dijo: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado”. Para establecer esta enseñanza profética también se echo mano a lo que dice Daniel 9:24-27: “Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos. Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones. Y por otra semana confirmará el pacto con muchos; a la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda. Después con la muchedumbre de las abominaciones vendrá el desolador, hasta que venga la consumación, y lo que está determinado se derrame sobre el desolador ” La profecía de las setenta semanas de Daniel, es muy conocida, y apunta al hecho de que desde que salió la orden para re-edificar Jerusalén, que había sido destruida por Nabucodonosor alrededor del año 586 a.C., y la mayoría de los judíos llevados a babilonia cautivos, entre los cuales figuraba Daniel; y de acuerdo a una profecía rebelada al profeta Jeremías (Jer 25:11 y 29:10) Dios había dicho que los visitaría después de setenta años de cautiverio en Babilonia. Daniel conocedor de esta situación revisa los escritos y se da cuenta que ya está cerca el tiempo en que Dios debería liberar a su pueblo (Dn 9:2) y pide a Dios le rebele el tiempo de la liberación de Israel, y el ángel Gabriel le da esa revelación de las setenta semanas.
En líneas generales, no hay mucho problema con la profecía de las setenta semanas de Daniel, entre nosotros y los postulados de William Miller y sus seguidores; cuyas sesenta y nueve semanas (siete semanas y sesenta y dos semanas más, según el versículo 25) abarcan hasta los días del Mesías o Jesucristo y luego en forma muy separada, el ángel rebela la semana numero setenta (versículo 27) que tiene que ver con los siete años de la tribulación y que están en el futuro. Para los adventistas y Testigos de Jehová que son los seguidores de Miller, esas setenta semanas terminan en los días de Jesucristo; porque ellos no hacen la diferenciación de la última semana. Para el efecto de la enseñanza que tratamos hoy, no tiene caso discutir el tema de cómo se llevan a cabo las setenta semanas; porque todos estamos más o menos de acuerdo que tienen que ver con la orden que dio uno de los reyes medo persas, ya sea Darío o Artajerjes, para reconstruir Jerusalén; por que dicho sea de paso, hubo al menos tres órdenes en ese sentido, y que las sesenta y nueve o setenta semanas abarcan hasta la aparición del Mesías, ya sea que coincida con su nacimiento, su bautismo o con su crucifixión. El problema real con la enseñanza de Miller, no es la interpretación de esta profecía, sino la conexión que se hace de esta profecía, con la anterior, la de las dos mil trescientas tardes y mañanas (Dn 8:13-14)
Las setenta semanas de Daniel son semanas de años, y en esto también estamos casi todos de acuerdo; y son semanas de años, o sea setenta periodos de siete años, por varias razones: La primera es una razón lógica; porque si fueran semanas de días, sería imposible que esa profecía sea verdadera, pues las setenta semanas, solo significarían 490 días y eso equivale solo a un año y algo más de cuatro meses, lo que no tendría ninguna relación entre la orden de reedificar Jerusalén y la aparición del Mesías; pero si se toman semanas de años, o sea 490 años, entonces todo se vuelve muy aceptable, porque ese mas o menos es el tiempo que hay entre la orden de reconstruir Jerusalén y la manifestación de Jesús en Palestina. Pero no es esa la razón más importante para determinar que estamos hablando de semanas de años; debemos decir que el vocablo hebreo que usa la Biblia, para expresar el tiempo o semana en la profecía de las setenta semanas, es ‘shabu-im’ que es el plural de ‘shabúa’, que quiere decir unidad de siete o periodo de siete. Si bien es correcto traducirlo como semana, o periodo de siete días, no era ese precisamente su único significado; ya que esa palabra tiene relación también con semanas de años, como era otro uso que le daban los judíos. Un pasaje que muestra las semanas de años está en el libro de Levítico 25:8, donde dice: “Y contarás siete semanas de años, siete veces siete años, de modo que los días de las siete semanas de años vendrán a serte cuarenta y nueve años”. En la Biblia, cuando esta palabra es usada y se refiere a semanas comunes, el contexto siempre indica su significado lógico, por ejemplo en Deuteronomio 16:9, se usa la palabra ‘shabu-im’, y dice: “Siete semanas contarás; desde que comenzare a meterse la hoz en las mieses comenzarás a contar las siete semanas”, donde es lógico que se trata de semanas de días, pues se trata de una de las fiestas anuales de los judíos, la fiesta de las semanas o pentecostés, que se llamó así precisamente porque se celebraba al termino de los 49 días después de la fiesta de las primicias o de los primeros frutos. Otro ejemplo citaremos en Levítico 12:5, donde dice: “Y si diere a luz hija, será inmunda dos semanas, conforme a su separación, y sesenta y seis días estará purificándose de su sangre”, aquí también es lógico que se trata de semanas de días, no solo porque la historia confirma el tiempo de purificación de las mujeres para el caso; sino que los versículos anteriores hablan claramente de días, al referirse a la purificación que debía tener la mujer en el caso de dar a luz un hijo varón. En la Biblia se usa la palabra ‘shabúa’ o su plural, aproximadamente 17 veces, y en todos los casos se refiere a semanas normales o semanas de días; solo en Daniel 9:24-27, este término no tiene un contexto claro que nos sugiera abiertamente que se trata de semanas de días o de años; pero como dijimos, la historia confirma que se trata de semanas de años, lo que equivale a 490 años, tiempo en el que todos estamos de acuerdo.
Sin embargo, regresaremos a la profecía de Daniel 8:13-14, donde dice: “Entonces oí a un santo que hablaba; y otro de los santos preguntó a aquel que hablaba: ¿Hasta cuándo durará la visión del continuo sacrificio, y la prevaricación asoladora entregando el santuario y el ejército para ser pisoteados? Y él dijo: Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado”. Guillermo Miller concluyó que eran dos mil trescientos años que se mencionaban en la profecía, y que esos 2300 años concluían en Marzo de 1843 d.C.; porque la relación que sacó era de que la orden para restaurar el templo en la profecía de Daniel 9:24-27 fue dada en el año 457 a.C., fecha que podría ser aceptada sin problemas. Pero también dijo que ese mismo año comenzaría la otra profecía, la de Daniel 8:13-14, donde se habla de las dos mil trescientas tardes y mañanas. Alguien puede decir que no se ve ningún problema en que dos profecías empiecen la misma fecha, y en ese caso, Miller habría tenido toda la razón; pero hay ninguna base escritural que nos permita afirmar tal cosa, mas al contrario, la base contextual del capítulo 8 y del 9 son muy diferentes, lo que será explicado más adelante; por lo que aceptar la idea de Miller, no sería aceptar lo que dicen las escrituras, sino aceptar simplemente lo que dice un hombre. Pero ese, otra vez no es el real problema; lo lamentable es que Miller y sus seguidores adventistas no consideraron que en el pasaje de Daniel 8 no se usa la palabra ‘shabúa’ ni ninguno de sus derivados, pues la Biblia dice claramente que son ‘tardes y mañanas’, lo que indica indudablemente periodos de 24 horas como eran los días judíos que empezaban en la tarde, y terminaban al día siguiente a la misma hora. Esto, no deja en absoluto posibilidad alguna de que se haga la conversión de días a años, para que podamos hablar de 2300 años, y que terminarían en 1843 con el regreso de Jesucristo; y como todos sabemos, así fue confirmado con la realidad de que Jesús no regresó ese año. Tampoco podría aceptarse esta fecha como la entrada de Jesús en el templo celestial para purificarlo, como dijo Hiram Edson que había recibido una revelación y luego lo predicó y confirmó Elena de White; porque como vimos, las fechas de 19843 y 1844 o cualquier otra fecha que se discuta, no tienen ninguna relación con la profecía de Daniel 8, ya que en ella no se trata de años, sino simplemente de días, y esos 2300 días solo equivalen a 6 años, 4 meses y 20 días.
El detalle más claro que desecha toda esa teoría millerista que habla del regreso de Jesús en 1843 o 1844 o que en esa fecha entró en el santuario celestial; es que todo el capítulo 8 de Daniel, se refiere a la caída del imperio medo persa y al desarrollo de imperio greco macedónico. Los griegos en esta profecía, son tipificados como el macho cabrío, cuyo líder fue Alejandro Magno, que allí es identificado como el cuerno notable (v 5); este macho cabrío, viene del poniente ( de Macedonia y de Grecia) y derriba y pisotea al carnero que representa al imperio medo persa (v 6 y 7). Como todos sabemos Alejandro Magno conquistó de manera sorprendente a los medo persas y engrandeció su imperio rápidamente; pero murió en Babilonia en la flor de su edad, y su reino fue repartido entre sus cuatro generales: Casandro, Lisímaco, Seleuco y Ptolomeo I (v 8). De la dinastía de Seleuco con el tiempo surgió un hombre que odió mucho a los judíos y cumplió plenamente esta profecía representado al cuerno pequeño (v 9), este fue Antíoco Epífanes. Esta profecía bíblica no solo es explicada y confirmada por la historia, sino que el mismo capítulo la explica así: “En cuanto al carnero que viste, que tenía dos cuernos, éstos son los reyes de Media y de Persia. El macho cabrío es el rey de Grecia, y el cuerno grande que tenía entre sus ojos es el rey primero (o sea Alejandro Magno). Y en cuanto al cuerno que fue quebrado, y sucedieron cuatro en su lugar, significa que cuatro reinos se levantarán de esa nación, aunque no con la fuerza de él. Y al fin del reinado de éstos, cuando los transgresores lleguen al colmo, se levantará un rey altivo de rostro y entendido en enigmas. Y su poder se fortalecerá, mas no con fuerza propia; y causará grandes ruinas, y prosperará, y hará arbitrariamente, y destruirá a los fuertes y al pueblo de los santos” (Dn 8:20-24) De acuerdo a datos históricos esta desolación judía habría comenzado entre los años 171 a.C. año en que fue asesinado el sacerdote Onías III por orden de Antíoco y abría terminado el 25 de diciembre del 165 a.C. con el triunfo judío y la purificación y dedicación del templo; lo que concuerda plenamente con los 2300 días o seis años y meses que menciona la profecía.
Es evidente que, como toda profecía, esta también tiene una significación secundaria y tipológica, y que se refiere al Anticristo de los últimos días, del cual Antíoco Epífanes viene a ser la figura; y la forma en que obtuvo el poder y como actuó en Jerusalén, son un ejemplo de cómo será el Anticristo en los días finales de esta dispensación, como ya lo hemos explicado otras veces.
Entonces, la pregunta de Daniel 8:13: “¿Hasta cuándo durará la visión del continuo sacrificio, y la prevaricación asoladora entregando el santuario y el ejército para ser pisoteados?; y que es contestada por el ángel de Dios, con la palabras: “Hasta dos mil trescientas tardes y mañanas; luego el santuario será purificado” , se refiere exclusivamente a los estragos que cometió Antíoco Epífanes con el pueblo judío, y que duró algo más de seis años o sea 2300 días, y no tiene nada que ver con el regreso de Jesús a la tierra o con que Jesús entraría al santuario celestial allá en el cielo; por lo que todo lo que se intente demostrar en sentido contrario, carece completamente de fundamento. El punto de inflexión millerista, está en la conversión de esos 2300 días (tardes y mañanas), en años; lo que no se puede hacer, bajo ningún punto de vista; pues la Biblia es muy clara en lo que dice; allí se usa precisamente la expresión más normal y de acuerdo a la usanza judía ‘tardes y mañanas’, tal como la encontramos en el Génesis: “Y fue la tarde y la mañana del día…” (Gn 1:5, 8, 13, 19, 23, 31, etc.); y para confirmar la idea, la frase vuelve a ser repetida en el versículo 26 donde dice: “La visión de las tardes y mañanas que se ha referido es verdadera; y tú guarda la visión, porque es para muchos días”. Es verdadera la visión de las tardes y mañanas, lo que significa que no hay necesidad de interpretación, o de hacer una equivalencia del tiempo, cambiando los días por años, ni se puede hablar de semanas de años, porque tampoco se usa la palabra ‘shabúa’ ni ninguno de sus derivados. El versículo termina diciendo que la visión es para ‘muchos días’; y el profeta Daniel, inspirado por el Espíritu de Dios, tiene el cuidado de no cambiar la unidad de tiempo al indicar el ‘cuando’ se produciría ese cumplimiento, o sea se ve obligado a decir ‘muchos días, pues también podría haber usado la palabra años, pero no lo hizo. Se supone que Daniel murió alrededor del año 530 a.C. y como vimos esta profecía se cumplió unos tres siglos y medio después; por lo que traducido a días, por supuesto que vienen a ser muchos días más allá de la vida de Daniel.
Si les otorgamos algún grado de credibilidad a los adventistas, también tendríamos que hacerlo con los testigos de Jehová, pues ellos emplearon la misma estratagema del cálculo de tiempo para establecer su teoría de que son la iglesia verdadera, o grupo de verdaderos seguidores de Cristo. Estos discuten que en 1914 d.C. se estableció el reino celestial de Jesucristo y se produjo su regreso a la tierra de manera invisible; reinando en este mundo desde aquellos días junto a un pueblo puro y santo, que pronto heredará la tierra; ese pueblo por supuesto son los testigos de Jehová. La teoría es la siguiente: De acuerdo a Lucas 21:24, donde que dice: “Y caerán a filo de espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones; y Jerusalén será hollada por los gentiles, hasta que los tiempos de los gentiles se cumplan”. Esta es una profecía de Jesús, que como toda profecía, es para el tiempo futuro; pero según los testigos de Jehová habría empezado en el año 607 a.C. con la invasión de los babilonios a Jerusalén, con Nabucodonosor a la cabeza; y este tiempo de los gentiles habría terminado en 1914, restableciéndose el reinado de Dios en el tiempo de ‘la restauración de todas las cosas’ mediante la Jerusalén simbólica que viene a ser como dijimos, la comunidad los testigos de Jehová.
Resulta que en el libro de Daniel capítulo 4, se cuenta que Dios le dio un sueño profético a Nabucodonosor, y en ese sueño él estaba representado por un gran árbol, que luego fue cortado, pero se le dejo el tronco encadenado en la tierra, de donde saldría un brote o retoño. Este sueño según la Biblia, significa que Nabucodonosor estaría trastornado o loco por siete años, por ser un rey muy orgulloso y altivo contra Dios; estos siete años, están mencionados como ‘siete tiempos’, que es otra forma de expresar los años en algunos pasajes bíblicos, pero se deja ese brote como símbolo de que su poder le sería devuelto, luego de que reconociera a Dios como el único gobernante poderoso del mundo. Por supuesto que ese sueño profético fue hecho realidad en la vida de Nabucodonosor, o sea fue una profecía que se cumplió en él mismo, y la Biblia cuenta en el capítulo 4 todos esos detalles.
Toda profecía tiene un solo cumplimiento y en el caso de ésta que tratamos, ya tuvo su cumplimiento en Nabucodonosor, como dijimos; si bien es cierto que las profecías pueden tener algún significado simbólico de otro hecho que se cumple en la historia, pero ese hecho siempre estará respaldado por su propia profecía. Un hecho puede estar profetizado dos o más veces, de diferentes maneras, por diferentes profetas y en diferentes épocas; pero una profecía, no puede tener dos o más cumplimientos, ese es un hecho muy importante a tomar en cuenta.
Según los testigos de Jehová, Nabucodonosor es un símbolo de Dios; y el poder y gobierno que Dios tenía sobre el pueblo de Israel, fue hollado o quitado por los Babilonios en el año 607 a.C. Esta fecha no coincide con la invasión babilónica a Jerusalén; pero independiente de eso, los testigos de Jehová, afirman que Dios volvió a restablecer su dominio luego de siete tiempos, así como sucedió con Nabucodonosor; y que esto vino a suceder en 1914 d.C., y que según ellos fue manifiesto mediante el retoño o brote que son los testigos de Jehová. ¿Cómo se llegó a esa fecha, si siete tiempos son solo siete años?; muy sencillo, y es que ellos fueron incluso más intrépidos que los adventistas, pues convirtieron los siete años en días, y así llegaron a tener 2520 días, a razón de 360 días por año, luego los seguidores de Charles T. Russell, porque él fue el que inicio el movimiento de los testigos de Jehová, volvieron a convertir esos 2520 días en años, y así llegaron a tener 2520 años; y por supuesto, si partimos contando en el año 607 a.C. coincide justo con 1914, incluso ellos se atreven a dar el mes y el día en que se cumplió esta profecía, 4 o 5 de octubre de 1914. Hay mil cosas que discutir acerca de las fechas y conceptos en la enseñanza de Russell, pero hoy solo estamos tratando el asunto de la conversión de días en años y viceversa. Nada de lo que ha propuesto Russell es posible hacer; cuando la Biblia dice que son días, entonces todos entendemos que se trata de periodos de 24 horas, y si dice que son años, entonces son periodos de 360 días, como generalmente se emplea en el cálculo profético; no existe esa teoría de que es un método bíblico de interpretación profética el convertir los días en años, o los años en días. Estos dos grupos, adventistas y testigos de Jehová, generalmente echan mano a pasajes tales como Ezequiel 4:6, que dice: “Cumplidos éstos, te acostarás sobre tu lado derecho segunda vez, y llevarás la maldad de la casa de Judá cuarenta días; día por año, día por año te lo he dado”, si bien en este pasaje se menciona ‘un día por cada año’, no es ninguna regla para interpretar las profecías, simplemente es una orden al profeta de representar la maldad que ha cometido el pueblo judío dentro de los últimos cuarenta años; y como es obvio, para el profeta sería mucho castigo estar cuarenta años acostado de lado, y hasta el mensaje quizá no sería entendido por sus compatriotas, por lo tanto Dios le cambia el equivalente de cuarenta años a cuarenta días, pero nada tiene que ver con interpretar profecías. Otro pasaje recurrente es el de Números 14:34, que dice: “Conforme al número de los días, de los cuarenta días en que reconocisteis la tierra, llevaréis vuestras iniquidades cuarenta años, un año por cada día; y conoceréis mi castigo”; aquí es al revés, Dios castiga la incredulidad de Israel, con cuarenta años de vagar por el desierto, hasta que esa generación sea completamente exterminada; ellos estuvieron vagando por el desierto cuarenta años en castigo de los cuarenta días que los espías israelitas habían tardado en reconocer Canaán, y luego de que regresaron desanimaron al pueblo diciendo que era una tierra imposible de conquistar, y todos murmuraron contra Dios. Pero de ninguna manera en este pasaje, se está hablando de que es una regla de Dios cambiar los días por años, y tampoco ésta es una profecía; por lo que todo lo que se ha hecho y dicho para establecer estas doctrinas como verdaderas o bíblicas, y que tienen relación con el establecimiento de fechas de inicio de estos movimientos religiosos o alguna otra supuesta manifestación de Dios, no tiene ningún fundamento ni razón bíblica.
Esta es entonces la respuesta correcta, al por qué Jesús no regreso en 1843, o 1844, o 1914, 1925 o cualquier otra fecha en la que se intente establecer alguna manifestación del poder o gobierno de Dios en la tierra. Dios siempre ha gobernado sobre aquellos que le reconocen como su Rey y Señor, pero un día, que por supuesto nosotros no podemos saberlo, él regresará de manera visible y sin secretos para nadie (Ap 1:7); entonces destruirá a los que no lo recibieron como su Señor y gobernante de sus vidas (Ap 19:21, 20:15), y recién establecerá un gobierno aquí en la tierra, solo junto a aquellos que han llegado a llamarse hijos de Dios, que han creído en él y le han esperado fielmente (Ap 21:3, 7). Por lo tanto, y para finalizar, diremos que esta es también una invitación a que usted amado lector, reciba hoy mismo a Jesús como su Salvador personal, y así llegue a ser su hijo, y pueda vivir junto a él por la eternidad y bajo su gobierno. Amén.

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