Hebreos 1:1-2

Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quién constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo.











16 de agosto de 2010

Pecado y alcoholismo


En un hospital para alcohólicos:
― Doctor, ¿Cuántas veces he estado en este hospital?
― ¡Cincuenta! Eres nuestro plantado de medio siglo.
― ¿Y se supone que el licor me va a matar?
― Bill ―le respondió el médico solemnemente―, no pasará mucho tiempo para que eso ocurra.
― Entonces, ¿qué le parece una copita para ponerme a tono?
― Supongo que no estaría mal ―asintió el doctor―. Pero te voy a proponer algo. En el cuarto de al lado hay un joven en una condición muy mala. Es la primera vez que llega aquí. Quizás si te presentas ante él como el ejemplo más horrible, es posible que lo asustes para que se mantenga sobrio el resto de su vida.
Bill, quien en realidad se llamaba William Griffith Wilson, acepto el desafió y puso todo su interés en ganarse aquel trago prometido; él mismo no podía creer como instaba a aquél joven a dejar atrás el vicio, a volverse a un poder superior, y eso que él mismo hasta ese momento no era creyente.
― El licor es un poder externo que te ha derrotado ―le dijo―. Solo otro poder externo puede salvarte. Si no quieres llamarlo Dios, llámalo verdad…
Bill, nunca reclamo su trago; porque ese día, tal como lo acababa de pronunciar, él descubrió el poder de la fe. Ese poder superior al que él mismo había instado al otro borracho, se había apoderado de él, y desde ese día aprendió que ese poder sí existe y que es necesario someterse a él voluntariamente y de todo corazón, para poder vencer a ese otro poder malévolo, ese que tenía el alcohol sobre él y que lo estaba destruyendo; William G. Wilson ese día también descubrió que ayudando a otros, él también se beneficiaba. Un tiempo después, cuando intentaba cerrar un negocio y aquello que esperaba no resultó, William se sintió tentado a bajar al bar de su hotel, y ponerse a beber; pero en su desesperación, decidió que era mejor pedir ayuda y así no romper esa sobriedad que había estado teniendo; él llamó a un grupo evangélico que sabía que hacia un trabajo como el que él necesitaba en ese momento, de esta manera fue contactado con otro alcohólico en recuperación, de cuya conversación no solo obtuvo la ayuda necesaria, sino que nació algo mucho más grande. Ese otro alcohólico era Robert Holbrook Smith, a quién generalmente se lo conoce como el Dr. Bob, ya que él era médico; así como a William Griffith Wilson solo se lo menciona como Bill W. o simplemente Bill; y cuando Bill y Bob, dos de los nombres más populares de Norteamérica, descubrieron el poder de Dios y el valor de la ayuda mutua, ellos sin quererlo fundaron ‘Alcohólicos Anónimos’, ese movimiento de ayuda para alcohólicos, que ha sido y es muy eficaz y beneficioso para tanta gente, que por diferentes razones, se ve envuelta en esta terrible enfermedad.
La filosofía de los AA., como generalmente se los conoce, está basada principalmente en cuatro principios básicos, y que pueden mencionarse de la siguiente manera: Primero esta, el reconocer la condición desastrosa a la que se ha llegado por causa del alcohol; luego, confesarlo abiertamente a los miembros del grupo; después, ayudarse los unos a los otros para salir de ese flagelo; y finalmente, tratar de reparar los daños causados a la familia y circulo social. Partiendo de este planteamiento, diremos que los AA., parten de la idea que se expresa en la frase “Let go and let God”; la que traducida significa algo así como ‘desiste de todo y encomiéndate a Dios’; pues se hace necesario que todo aquel que desee salir del alcoholismo, debe partir por reconocer profundamente que está perdido en el licor, que está siendo destruido por él, y que solo Dios puede sacarlo de allí. Es verdad que ellos no se enfocan en tratar de definir exactamente la idea a cerca de Dios, si no que más bien prefieren encomendarse a él con toda sinceridad, de acuerdo a lo que su mente y su corazón lo concibe; pero sin reconocer su condición, sin tomar esta determinación profunda de entregar su vida en las manos de Dios, nadie podría iniciar una franca y definitiva recuperación. Después que la persona decide unirse al grupo, se hace necesario que el alcohólico, asista con toda regularidad a las reuniones, donde no solo escuchará testimonios de otros alcohólicos que han decidido iniciar su recuperación, y conocerá a cerca de sus luchas y victorias; sino que tendrá la oportunidad de escuchar a aquellos que están empezando, cuya vida es terrible, y podrá comparar esos testimonios con los de aquellos que ya han transitado por ese camino más tiempo, y se dará cuenta que hay un cambio y un buen beneficio, lo que sin duda lo hará sentir mucho más animado y fortalecido; y no solo eso, él mismo será objeto de la rueda, pues entenderá que su testimonio también ayuda a los demás. Este involucramiento lo lleva automáticamente al siguiente paso, que es trabajar en el grupo, yendo en ayuda de aquellos que están teniendo problemas en la vida práctica, aquellos que les faltan las fuerzas para vencer a la tentación de beber, otros tendrán quizá problemas en su medio social, o problemas de salud y un sinfín de áreas donde se necesitan personas que dediquen todo su tiempo y esfuerzos para que esas personas más desvalidas salgan adelante; y mientras el alcohólico en recuperación, mas trabaja más animado se siente a alejarse del vicio. Después de un tiempo, estos hombres entienden que es necesario resarcir todo aquello que ha sufrido la familia y los amigos, y también dedican parte de sus esfuerzos a esto; quienes al sentirse reconocidos, también pasaran de alguna manera a formar parte de este movimiento, y cada vez el alcohólico en recuperación se siente mejor y más seguro de estar venciendo al poder del alcohol, ya que, junto con la recuperación del alcoholismo, ellos también recuperarán su capacidad laboral, su participación en la sociedad, negocios y cualquier otra actividad, llegando finalmente a vivir dentro de la normalidad y la sobriedad.
Cuando Bill W. y el Dr. Bob, empezaron, estuvieron muy relacionados con un grupo evangélico llamado ‘Grupo Oxford’, de allí aprendió eso de ayudar a los demás, para sentirse también beneficiado, pues uno de los principios del Señor es ‘ayúdate que yo te ayudaré’; y de este grupo también él tomó algunos de sus lemas y los adaptó a una idea de recuperar alcohólicos, estos principios se llamaron los doce pasos, y aunque no podríamos llamar a los AA., una religión, tampoco podemos negar que muchos de estos principios mencionan específicamente a Dios, como el único ente de esperanza para ellos. Transcribiremos a continuación estos principios, y usted al leerlos se dará cuenta que todo lo que hemos venido diciendo esta allí plasmado.
1.- Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol, que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables.
2.- Llegamos a creer que un Poder superior a nosotros mismos podría devolvernos el sano juicio.
3.- Decidimos poner nuestras voluntades y nuestras vidas al cuidado de Dios, como nosotros lo concebimos.
4.- Sin miedo hicimos un minucioso inventario moral de nosotros mismos.
5.- Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos, y ante otro ser humano, la naturaleza exacta de nuestros defectos.
6.- Estuvimos enteramente dispuestos a dejar que Dios nos liberase de todos estos defectos de carácter.
7.- Humildemente le pedimos que nos liberase de nuestros defectos.
8.- Hicimos una lista de todas aquellas personas a quienes habíamos ofendido y estuvimos dispuestos a reparar el daño que les causamos.
9.- Reparamos directamente a cuantos nos fue posible el daño causado, excepto cuando el hacerlo implicaba perjuicio para ellos o para otros.
10.- Continuamos haciendo nuestro inventario personal y cuando nos equivocábamos lo admitíamos inmediatamente.
11.- Buscamos a través de la oración y la meditación mejorar nuestro contacto consciente con Dios, como nosotros lo concebimos, pidiéndole solamente que nos dejase conocer su voluntad para con nosotros y nos diese la fortaleza para cumplirla.
12.- Habiendo obtenido un despertar espiritual como resultado de estos pasos, tratamos de llevar este mensaje a los alcohólicos y de practicar estos principios en todos nuestros asuntos.
Nuestro objetivo aquí, no es hacer una reminiscencia de los AA., pues ya hay bastante literatura e historia a cerca de ello, y probablemente muchos de nosotros de alguna manera, nos hemos sentido ligados a este movimiento por alguno de nuestros familiares o por algún amigo; pero lo que quiero hacer aquí en realidad es una especie de analogía entre el alcoholismo y el pecado del ser humano. Al mirar de cerca este asunto del alcoholismo, nos damos cuenta que los alcohólicos no reconocen su condición de tales, si no hasta que están completamente sumidos en el vicio, cuando ellos ya han perdido casi todos sus bienes, su familia y cuando… como ellos mismo dicen, tocan fondo; así también le sucede al hombre con relación al pecado, la mayoría de nosotros no tendremos la capacidad de reconocer que somos pecadores, aunque es posible que alguno encuentre que no está haciendo las cosas como a Dios le gustaría que las haga, pero encontrará un sinfín de excusas y justificaciones para hacer lo que hace, por lo tanto eso es no reconocerlo; pero en un momento de desesperación, de tribulación en nuestras vidas, en un momento en donde ya no nos queda nada más a qué echar mano, lo más probable es que recién tengamos el valor de reconocer nuestra maldad y rebeldía ante Dios. Y así como aquellos alcohólicos que no reconocen de corazón su condición, no llegan a tener una buena y definitiva recuperación, sino que generalmente estas gentes acaban otra vez en el vicio y llegan a estar aún peor que antes; así también el pecador, si no es capaz de reconocer profundamente su condición de rebeldía ante Dios, él no podrá iniciar una vida de recuperación y limpieza del pecado, llegando a convertirse en un tibio y en un indiferente, si es que no se vuelve atrás y acaba peor que antes. Esa situación está bien marcada en nuestras iglesias, los hermanos que permanecen fieles y han logrado un real cambio en sus vidas, son aquellos que finalmente han logrado pasar la barrera del reconocimiento del pecado, aquellos que se han dado cuenta que sin la intervención de Dios es imposible salir de esa vida de pecado; pero aquel que no se ve a sí mismo como pecador, tampoco podrá ver la necesidad que tiene de acercarse a Dios y pedirle perdón por lo que hace; pues debemos saber que para Dios, en este mundo no hay siquiera uno que sea limpio delante de sus ojos. Si nos tornamos a las escrituras, la Biblia nos relata muchas de estas situaciones de actitud de reconocimiento del pecado, de decisión y de firmeza; hubo uno que por ahí dijo: “Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo” (Lc 7:6), y Pedro después de percatarse de su condición exclamó: “Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador” (Lc 5:8); podríamos llenar páginas y páginas de testimonios bíblicos y no bíblicos de hombres que han doblado sus rodillas ante Dios reconociendo su condición de pecado, y tomando una decisión definitiva de seguir a Jesús aún si eso les pudiese causar dificultades y contrariedad, y que de allí ha surgido la salvación para sus vidas. Por último mencionaremos un testimonio de reconocimiento del pecado, hecho para salvar a toda una nación, y que tampoco es el único en la Biblia; en un momento crucial de la historia de Israel, el profeta Daniel dijo: “Ahora, Señor, Dios grande, digno de ser temido, que guardas el pacto y la misericordia con los que te aman y guardan tus mandamientos; hemos pecado, hemos cometido iniquidad, hemos hecho impíamente, y hemos sido rebeldes, y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus ordenanzas. No hemos obedecido a tus siervos los profetas, que en tu nombre hablaron a nuestros reyes, a nuestros príncipes, a nuestros padres y a todo el pueblo de la tierra” (Dn 9:4-6). Y como podemos ver de esta clase de confesiones, han venido el cambio, la fuerza para apartarse del mal, y la intervención poderosa de Dios en las necesidades del hombre, y la respuesta al clamor de aquellos que así los han hecho.
Volviendo al alcoholismo, hay que decir que los deciden bajo este primer paso, unirse al movimiento de los AA., no se quedan solo en el reconocimiento de su condición, que dicho sea de paso esta expresado en el primer principio de la lista de los doce pasos, cuyo enunciado es: “Admitimos que éramos impotentes ante el alcohol, que nuestras vidas se habían vuelto ingobernables”, y que también en cierta forma, queda dicho en alguno de los demás pasos; pero como hemos dicho, a ellos les es necesario confesarlo delante de Dios primeramente, delante de sus propias conciencias después, y finalmente delante de los demás hombres, tal como lo podemos leer en el quinto paso: “Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos, y ante otro ser humano, la naturaleza exacta de nuestros defectos”. Dentro de la familia cristiana también esto viene a ser muy necesario, pues si bien y en primer lugar, la confesión debe ser hecha a Dios, ya que su palabra así lo dice: “Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Ro 10:10), por lo tanto es necesario confesar a Dios nuestros pecados para obtener la salvación. Respecto a esto, el rey David escribió: “Dios, tú conoces mi insensatez, y mis pecados no te son ocultos” (Sal 69:5), así como también hallamos en el libro de los proverbios esta sentencia: “El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta, alcanzará misericordia” (Pr 28:13); esta confesión por lo tanto, también incluye la confesión de nuestras faltas a nuestros pares, como está escrito: “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados” (Stgo 5:16) Así como en las reuniones de los AA. Ellos se cuentan mutuamente de sus errores y sus éxitos, evalúan conscientemente su avance y se animan unos a otros a continuar en la senda de la recuperación; así también se hace necesario en la familia cristiana, pues el que no se enrola en la iglesia y no es sincero de sus debilidades, aquel que no da testimonio de su cambio, es posible que no logre superar la etapa inicial. La Biblia, en este sentido, tiene mucho que decirnos, y uno de esos consejos es: “animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis” (1Tes 5:11) En la filosofía de los AA. Esta dicho en el décimo paso: “Continuamos haciendo nuestro inventario personal y cuando nos equivocábamos lo admitíamos inmediatamente”, y eso es lo que también deberíamos hacer en el cristianismo.
En la terapia de los AA., esta situación de la confesión con sinceridad, lleva automáticamente al siguiente paso, que es trabajar por los demás, ya que el trabajo por el otro desvalido, como sabemos, es la clave en esta clase de enfermos, como alguno de ellos mismo lo ha dicho: ‘No hay nadie más capaz de convencer a un borracho, que otro que también fue borracho’; y así se inició este movimiento, tal como usted lo leyó en el principio, ese fue el punto de partida para William Griffith Wilson, quien como dijimos, nunca volvió a reclamar su copa de licor, sino que descubrió que ayudando a los demás no solo conseguía esto sino que también él mismo se mantenía sobrio; y esa misma fue la razón por la que se encontró con el Dr. Bob, con quien inició este gran movimiento. En todo momento ellos se animan, se aconsejan y hasta se reprenden unos a otros especialmente en aquellos momentos de crisis, pues es conocido que a esas personas les viene un momento de depresión y convulsiones a tal grado que se les hace muy difícil contenerse, pero allí están los demás, para aconsejarlo, para apoyarlo, y así unidos consiguen vencer a las fuerzas del vicio. El paso doce, expresa esto que acabamos de decir: “Habiendo obtenido un despertar espiritual como resultado de estos pasos, tratamos de llevar este mensaje a los alcohólicos y de practicar estos principios en todos nuestros asuntos” Pero, ¿es esto también necesario en el cristianismo? Claro que sí; pues así como las crisis en el alcoholismo, también hay momentos en la vida cristiana en los cuales el hombre se siente sin fuerzas y débil para continuar, tentado a volver a su vida pasada, a cometer los mismos errores, de los cuales hoy quizá se avergüenza, pero no puede dejar fácilmente; y en este punto la biblia está llena de consejos para que primeramente nos amemos unos a otros con amor fraternal, para que nos animemos y edifiquemos unos a otros, para que nos exhortemos los unos a los otros, para que nos soportemos con paciencia, para que nos perdonemos y nos ayudemos a sobrellevar nuestras cargas (Ro 12:2, 1Tes 4:9, 1Jn 3:11, 1Jn 4:11, 2Jn 1:5, Heb 10:24, 1Tes 5:11, Ro 15:14, Heb 3:13, Ef 4:32, Col 3:13, Ef 4:2, Gal 6:2, etc.). Finalmente, al hablar del trabajo cristiano, el Apóstol Judas considerando la importancia de permanecer en el evangelio y viendo el peligro que significa estar lejos de Dios, llegó a escribir: “A algunos que dudan, convencedlos. A otros salvad, arrebatándolos del (mismo) fuego (del infierno)” (Jud 22-23); el énfasis en esta cita ha sido añadido por mí, pero eso es lo que en realidad el versículo quiere expresar, pues aquí no se trata solo de volver al pasado, sino de ir finalmente a parar al mismo infierno, por no haber podido vencer a las fuerzas del pecado.
Para terminar esta idea, veamos el contenido de los pasos ocho y nueve, que rezan: “Hicimos una lista de todas aquellas personas a quienes habíamos ofendido y estuvimos dispuestos a reparar el daño que les causamos”, y “Reparamos directamente a cuantos nos fue posible el daño causado, excepto cuando el hacerlo implicaba perjuicio para ellos o para otros”; ellos entonces trabajan en aquello de reparar las faltas y ofensas a aquellos que afectaron con su conducta; y esto también es muy necesario dentro de la vida cristiana, pues con nuestra conducta de vida mundana, lo más probable es que hayamos herido y afectado a muchos de nuestros seres queridos, y este agravio debe ser reparado. Cuando Zaqueo, un hombre rico que cobraba impuestos para Roma, se convirtió al evangelio le dijo a Jesús: “He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado” (Lc 19:8), y esta debe ser la actitud de cada uno de aquellos que se enrolan en los caminos de la recuperación del pecado.
Como dije antes, nadie considera al movimiento de los AA., una religión, pero no podemos dejar de mencionar el apego a Dios que ellos sienten y han puesto en sus consignas de los doce pasos; ideas y principios que fueron tomados de la fe cristiana como ya lo mencionamos, y que fueron adaptados a la idea de recuperar a los alcohólicos; veamos lo que dicen esos propósitos de los AA., con respecto a Dios, por ejemplo el paso dos dice: “Llegamos a creer que un Poder superior a nosotros mismos podría devolvernos el sano juicio”, el paso tres dice: “Decidimos poner nuestras voluntades y nuestras vidas al cuidado de Dios, como nosotros lo concebimos”, luego el cinco dice: “Admitimos ante Dios, ante nosotros mismos, y ante otro ser humano, la naturaleza exacta de nuestros defectos”, el paso seis añade: “Estuvimos enteramente dispuestos a dejar que Dios nos liberase de todos estos defectos de carácter”, y el siete concluye: “Humildemente le pedimos que nos liberase de nuestros defectos” Si bien el dejar el alcohol es una decisión humana, una determinación del carácter del hombre de superar ese flagelo; pero también debe ser una entrega completa en las manos del Señor, aunque, es probable que no lo conciban correctamente, tal como lo dicen las escrituras, pero Dios es poderoso y lleno de misericordia que decide aún así actuar a favor de aquellos que se entregan sinceramente a la recuperación; así también sucede por supuesto en el evangelio, entre aquellos que deciden reconocer delante de Dios su carga de pecado y entregarse a él para ser lavados y limpiados de todas sus faltas, pues Jesús mismo dijo: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mt 11:28) y es bien cierto que con nuestras fuerzas no podremos dejar el pecado, pues solo el Espíritu de Dios puede darnos el poder de vencerlo totalmente, la Biblia dice: “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zac 4:6). Para reconocer nuestra condición de pecado delante de Dios, no hay nadie mejor que el Espíritu Santo, quien nos puede hacer ver y entender nuestro mal proceder delante de Dios, y es el que finalmente acabará convenciéndonos de que somos pecadores; la Biblia dice, hablando del Espíritu Santo, de que él ‘convencerá al mundo de pecado’ (Jn 16:8). Entonces no podríamos acudir a nadie más, que a nuestro Salvador Jesús, pues como dijo Pedro, ‘ solo él tiene palabras de vida eterna’ (Jn 6:68) y ‘en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en quien podamos ser salvos’ (Hch 4:12) Si los alcohólicos en recuperación, confían y se entregan completamente a Dios, para ser recuperados del vicio, ¿cuánto más aquellos que desean ser recuperados del poder del pecado para ser declarados limpios delante de él?
Estas técnicas de recuperación, junto con algunos de estos principios expresados en los doce pasos, o algunos otros parecidos; han sido probados en otros tipos de vicios, así es como se habla de ‘drogadictos anónimos’, de ‘fumadores anónimos’, y otros grupos de autoayuda; pero en todos ellos podemos ver una similitud, pues en todos esos casos hay una lucha frenética para vencer al vicio, y se requiere de un deseo ferviente y sincero de dejar aquello; así es también el pecado, en cualquiera de sus categorías, ya que éstos mismos vienen a ser pecados, el alcoholismo, las drogas, el cigarrillo, como también lo son el adulterio, la idolatría, la pornografía, la mentira, el robo, etc., etc. Todos ellos necesitan una fuerte determinación humana para dejar aquello atrás y confiar y entregarse a Dios para ser salvados de aquellas plagas; porque así como la mayoría de los vicios, traen consigo una cuota de degeneración de nuestro cuerpo y de nuestra mente, matando cada vez más nuestra fuerza de voluntad y creándonos cada vez más adicción hasta dejarnos completamente dependientes; así también actúa el pecado en el hombre, mientras más ha transitado por las sendas de la maldad, mucho más difícil le será salir de sus garras, tendrá que sufrir cada vez mayor dolor, y siempre estará en peligro de volver a recaer. Solo Dios puede librarnos de todos estos sufrimientos, solo él puede sacarnos de todo vicio, solo él puede darnos esa fuerza de voluntad que necesitamos en los momentos más críticos de nuestras crisis; pero tenemos que disponernos en sus manos, pues de otra manera no podrá haber ninguna liberación del pecado. Y así como uno que bebe ocasionalmente los fines de semana o fuma solo un par de cigarrillos al día, nunca aceptará que es bebedor o que es fumador, aunque todos sabemos que ellos ya están clasificados como tal y que no pasará mucho tiempo en que caerán completamente presos en las garras de esos flagelos; así también sucede con aquellas personas que les parece que lo que hacen no es nada grave, pues ellos tienden a compararse con algún otro que hace cosas peores, pero no saben que al justificarse de esa manera lo único que conseguirán, será caer completamente en el adormecimiento de sus consciencias, y así nunca podrán salir de allí. También están muy equivocados aquellos que piensan que, primero se limpiaran de sus maldades, y luego se presentarán ante Dios, limpios y con la frente en alto; eso sería como dejar de beber y luego ir a los alcohólicos anónimos para hacerles ver lo que se ha logrado; eso es como decirle a Dios: ‘No es con tu fuerza ni con tu poder que yo me libraré de la maldad, pues yo también tengo las fuerzas necesarias para vencer el pecado; me limpiare hasta tal grado que no tendré de qué pedirte perdón’; y como usted verá, eso es lo más absurdo que podríamos llegar a pensar ¿verdad?. Es cierto que puede haber casos excepcionales, personas que dejan el vicio de la noche a la mañana, y así también las hay en la iglesia, personas que llegan allá por casualidad, y luego se quedan para siempre, y acaban siendo fieles servidores del Señor, pero como dijimos, esas son excepciones.
Bien, espero que haya podido expresar esta idea que estaba en mi mente, de una manera clara; pero, lo que mayormente espero es que pueda servirle, ya sea para que usted tome la decisión urgente de seguir a Cristo, o que le sirva para afirmar sus pasos, o para alentar a aquellos a quienes seguramente tiene en mente, aquellos por quienes ora para que sean salvados del poder del pecado y la muerte, y así un día podamos estar todos junto a nuestro Señor y Salvador Jesús, por toda una eternidad. Que Dios les bendiga mucho. Amén.

No hay comentarios: