Hebreos 1:1-2

Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quién constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo.











9 de septiembre de 2010

La dispensación de la gracia

Antes de la aparición de Jesucristo en Palestina, hubo al menos unos 450 años de silencio profético, pues todos los profetas y los que escribieron los libros de la Biblia, se manifestaron antes de ese tiempo; aunque hay algunos libros apócrifos o no reconocidos dentro del canon bíblico, que se escribieron después, pero son muy pocos y han sido declarados como ‘no inspirados por el Santo Espíritu’; aunque estos libros de alguna manera confirman el cumplimiento de las profecías dichas por los profetas bíblicos para ese tiempo inter-testamentario, especialmente las profecías de Daniel, y muy sorprendentemente la que está en el capítulo 8, que se refiere a la actuación de Antíoco IV Epífanes en la tierra de Palestina después del año 170 a.C., y quien cumplió con mucha crudeza los eventos de los versículos 11-12 y 24-25 en Judea y principalmente en Jerusalén. Estas matanzas y vejaciones por parte de este gobernante griego, ocasionó mucho dolor y sufrimiento a los judíos, que vivieron en esos días; pero no fueron los únicos judíos que sufrieron, recordemos que como pueblo de Israel, ellos fueron invadidos humillados y explotados por otros pueblos, tales como los egipcios, los asirios, los babilonios, los medo-persas, los griegos, de los cuales venía Antíoco como dijimos; y finalmente como todos sabemos en los días de Jesús, ya hacía rato que los romanos los habían subyugado.
Entonces, ¿Cómo pensaban los israelitas en los días antes que aparezca Jesús? Por supuesto, que muchos habían perdido las esperanzas de que llegue el Mesías prometido, aquel que traería libertad, justicia y unidad al pueblo de Israel, pero otros, y que eran la mayoría, no habían perdido esas esperanzas; y es así, como antes de Jesús se levantaron varios caudillos, que pretendieron emular al Mesías, e intentaron con la ayuda del pueblo, rebelarse y luchar por la liberación de manos de sus opresores. Algunos de estos revoltosos están mencionados en la Biblia (Hch 5:35-37), otros solo los menciona la historia, pero el deseo de ser libres y de tener nuevamente la manifestación del poder de Dios, como en los tiempos de Moisés, Josué, David y otros líderes históricos estaba vivo, y es por eso que esos falsos mesías, de alguna manera consiguieron agitar al pueblo; sin embargo muchos se dieron cuenta perfectamente de que ellos solo eran unos falsos cristos, y desesperaban por que llegara ese día en que pudieran tener al Mesías de Dios, en medio de ellos.
Es preciso sin embargo, decir algunas cosas con respecto a esto: Primeramente, ‘que la espera, desespera’; con esto quiero decir que los judíos se confundieron en el objetivo. Ellos esperaban un Mesías que expulsara a los romanos de sus tierras, y que les devolviera la libertad y la paz, con victorias magistrales como habían tenido sus antepasados en la antigüedad, esperaban un Mesías que trajera buenas palabras de parte de Dios para ellos, pues vivas estaban en su mente esas palabras de Moisés, que decían: “Y Jehová me dijo: Han hablado bien en lo que han dicho. Profeta les levantaré de en medio de sus hermanos, como tú; y pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mandare” (Dt 18:17-18), o las que habló el profeta Ezequiel: “Y levantaré sobre ellas a un pastor (representando a cada israelita como una oveja), y él las apacentará; a mi siervo David, (representado al Mesías como el rey David) él las apacentará, y él les será por pastor. Yo Jehová les seré por Dios, y mi siervo David príncipe en medio de ellos. Yo Jehová he hablado” (Ez 34:23-24), o las que dijo el profeta Malaquías: “Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada. Hollaréis a los malos, los cuales serán ceniza bajo las plantas de vuestros pies, en el día en que yo actúe, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Mal 4:2-3); esto es solo para poner una pequeña muestra de lo que estaba escrito a cerca del Mesías, y que estaba grabado en la mente y en el corazón de cada israelita de los días previos a la aparición de Jesús. Pero cuando Jesús, comenzó su ministerio en Palestina, ninguna de esas cosas que ellos esperaban, predicó; mas al contrario, él les propuso cosas como: “Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quiera ponerte a pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa; y a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehúses. Oísteis que fue dicho: Amarás a tu prójimo, y aborrecerás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen” (Mt 5:38-44) Estas palabras de Jesús, que no son las únicas que se dijeron en este sentido, no se ajustaban de ninguna manera al pensamiento judío de aquellos días; y con respecto a su relación con Jehová Dios, Jesús les dijo: “Si vuestro padre fuese Dios, ciertamente me amaríais; porque yo de Dios he salido, y he venido; pues no he venido de mí mismo, sino que él me envió. ¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra. Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer…” (Jn 8:42-44) Estas, tampoco son las únicas palabras dichas en este sentido; por lo que finalmente los judíos llegaron a pensar que ese que tenían frente a ellos, no era el Mesías; aunque muchas de las cosas que hacía, las verdades que predicaba, la forma en que enseñaba, los milagros, y todo lo demás que se relacionaba con Jesús, por supuesto que indicaba que él era el Mesías que esperaban. Por estas razones, ellos se confundieron y a pesar de que estaban conscientes de que podrían estar matando al propio Salvador, de todas maneras decidieron hacerlo, plenamente conscientes de que eso les pudiera traer grandes problemas y dificultades. Poncio Pilato había empleado todos los medios para dejar libre a Jesús, porque él consideraba que Jesús no había cometido ningún delito, y es así como lo remitió a Herodes, para ver si él se haría cargo de ese juicio, mas Herodes no acepto tal responsabilidad, y se lo devolvió diplomáticamente; luego Pilato usó otra estratagema para zafarse de tamaña responsabilidad, presentó a uno que había hecho mucho daño entre los judíos, a Barrabás; como era costumbre en esas fiestas liberar a algún preso, él pensó que sería muy difícil que los judíos quisieran dejar a este libre, y así se verían obligados a aceptar la libertad de Jesús, pero ellos contra todo pronóstico, eligieron a Barrabás para que sea libertado y pidieron que Jesús fuese ejecutado; finalmente Pilato a pesar de ser romano, echó mano de un rito de la ley judía (Dt 21:5-8), para hacerles entender que él no sería responsable de esa muerte, sino que lo serían ellos, y aún así no logró convencerlos, las escrituras relatan así ese momento fatídico: “Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros. Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos” (Mt 27:24-25)
Por otro lado, tenemos que decir que este no es un hecho único en la historia de la humanidad, en el que los seres humanos mismos deciden a pesar de algunas evidencias, tener un destino difícil y amargo; y perdonen que descienda a la cotidianidad para ponerles un ejemplo: Un fumador. El sabe muy bien lo que le espera, sabe que puede terminar muy mal, pero a pesar de eso sigue fumando. Volviendo a nuestro caso, si bien fueron los judíos los que tomaron tal decisión, eso no quiere decir de ninguna manera que no lo hubiesen hecho los ciudadanos de cualquier otra nación; y es más, creo que los demás hubiesen tomado decisiones mucho más terribles. Sé que esto viene a ser solo una conjetura, pero seamos un poco objetivos: Por ejemplo, lo judíos eran los únicos que tenían un testimonio real a cerca de la grandeza y poder de Dios; ellos habían visto cómo Moisés los sacó de Egipto, que no fue una cosa menor o que pasara desapercibida, pensemos que faraón era un gobernante poderoso, y que era muy difícil que un simple pastor como era Moisés, pueda salirse con las suyas; después de eso, ellos fueron sustentados de una manera extraordinaria por cuarenta años en el desierto, cosa que tampoco pudo haberse atribuido a cualquier mortal, sino solo a la intervención de Dios entre medio de ellos; luego podemos ver la manera espectacular en que ellos entraron en la tierra de Canaán, cómo vencieron a pueblos que eran mucho más superiores que ellos. Y así podríamos estar relatando muchísimos eventos en donde los judíos pudieron convencerse de que Dios era el que actuaba a favor de ellos; y habían comprendido además que todos los otros dioses, los que adoraban los otros pueblos, y que en algún momento una parte de la población judía, también adoró, ni siquiera eran dioses a los que valía la pena acercarse para confiar en ellos. Y, luego de ver esta relación que tenía ese pueblo con Dios, tenemos que aceptar que, no había otro pueblo que pudiera estar en condiciones de tener más elementos de juicio que ellos, para aceptar al Mesías de Dios, pero no lo hicieron, y esto revela la gran culpa que tuvieron los israelitas con respecto a confiar y aceptar los designios de Dios; aquí queda muy claro que los judíos rechazaron a Jesús y a la vez rechazaron todo esas propuestas que Dios les había hecho. Pero lo que debemos entender es que, así como los judíos personalmente lo hicieron, no podemos pensar que este fue solo un error de ellos, sino que es un criterio general, de toda la humanidad; así lo es al menos para Dios, quien conoce todos los pensamientos de los hombres y todas sus intenciones, para él no es difícil asegurar lo que estamos diciendo, sus palabras al respecto son estas: “Jehová miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres, para ver si había algún entendido, que buscara a Dios. Todos se desviaron, a una se han corrompido; no hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Sal 14:2-3) Si los judíos quienes tenían mil razones para no equivocarse, lo hicieron mucho mas lo hubieran hecho los otros pueblos; y así sea que Dios hubiese elegido a otro pueblo, ese pueblo habría actuado igual o quizá peor. Entonces aquí queda rebelada la maldad de toda la humanidad, todos hemos sido declarados culpables por Dios, y mucho más si de alguna manera tenemos el criterio de pensar que lo hubiésemos hecho mejor que los judíos, pues al juzgarlos, y no haber hecho nada mejor que ellos en nuestras vidas, nos condenamos aún peor, y la Biblia lo declara enfáticamente: “Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo” (Ro 2:1) Pesemos bien esas palabras de Dios, ‘eres inexcusable…, quienquiera que seas tú’; frente a Dios podríamos negar que es así, podríamos pensar en presentar nuestras excusas, nuestras razones, o cualquier cosa que pueda justificarnos, pero es imposible, Dios ya ha dado su sentencia hacia la humanidad: ¡Culpable! Los judíos pueden ser un ejemplo visible, pero si cada ser humano pudiera mirar hacia su interior, y si encuentra razón en el criterio de Dios, podríamos decir que es un humano consciente de su culpa; pero si no puede encontrar que Dios tiene razones para declararlo culpable, entonces ha perdido toda cordura y toda esperanza de arrepentimiento.
Según Dios, nadie puede decir que no ha tenido la oportunidad de conocerle, de adorarle, nadie puede excusarse que no ha tenido esas oportunidades que tuvieron los judíos, y en fin; Dios dice que todos hemos podido conocerle, pues la creación de Dios nos abraza y nos sustenta a todos, y todos pudimos adorarle como él se merece y pudimos entender finalmente sus santos propósitos; uno de los párrafos que habla de esto, dice así: “Porque la ira de Dios se revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido” (Ro 1:18-21)
Ahora, si volvemos nuestra mirada hacia la dispensación de la ley, nos damos cuenta que estamos encerrados, y no tenemos ninguna escapatoria, nadie ha podido cumplir la ley, y todos hemos rechazado a nuestro Dios; y esto que hemos comentado hasta aquí, es justamente el resumen y la demostración práctica de que eso es así. Todos, todos, absolutamente todos hemos sido declarados rebeldes ante Dios, faltos de entendimiento, y a pesar de que la ley de Dios ha sido mostrada de mil maneras, no la hemos obedecido, y lo hemos hecho a propósito así como lo hicieron los judíos, el día que dijeron: ‘que su sangre (la de Jesús) sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos’; o dicho de otra manera, hemos dicho: Nosotros nos hacemos responsables de su muerte, pero lo rechazamos de todas maneras. Y si este es el panorama que tiene la humanidad, ¿Qué es lo que le espera? Cualquier mortal cuerdo, podría decir cuál es su destino.
Dios ha dejado que las cosas lleguen hasta esos niveles, para que se note muy bien, para que no quede ninguna duda, de que a pesar de que al hombre le espera un castigo terrible, Dios tiene para cada ser humano un plan perfecto, un plan que no depende absolutamente del hombre, pues él ya nada puede hacer por mejorar su situación frente a Dios, ese plan está basado solo en una decisión unilateral, está sustentado solo en el amor de Dios hacia los hombres. Esas palabras de Jesús en la Cruz, resuenan muy claramente hoy para todo hombre: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc 23:34); a pesar de que en alguna manera no es así, pues los humanos como hemos visto, sí saben lo que hacen; por eso es que éste es un regalo inmerecido, Dios ha decidido regalarnos el perdón y hacernos justos delante de él, a pesar de nuestra maldad; hay un pasaje de la Biblia que lo dice así: “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia (entre judíos y no judíos), por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús” (Ro 3:21-26) El pasaje parte hablando de la ley, pero como dijimos en la dispensación de la ley, hubo una razón para que Dios le diera esa ley a Moisés; pero también, Dios aplica a los demás la ley que ellos mismos han anidado en sus corazones, y allí dijimos cual era la razón para que se haya introducido esa ley, lo recordaremos con estos versículos: “Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro” (Ro 5:20-21) La ley se introdujo en el mundo, para que se note bien que nadie puede por sí mismo declararse justo delante de Dios, pero cuando la maldad del hombre fue bien notoria, ahora Dios ha decidido regalarnos el perdón; dice el pasaje, ‘sobreabundo la gracia’, o sea la gracia fue mucho más grande o abundante que aquello que ha hecho el hombre en contra de su Dios, entendamos como gracia, la benevolencia de Dios, el deseo de amistad, el favor, la simpatía de parte de él hacia nosotros, y todo de manera inmerecida. Hemos sido justificados gratuitamente, por medio de la muerte de Jesús.
Por eso es que nosotros tomamos la muerte de Jesús en la cruz, como nuestra bandera, pues aunque ella muestra toda nuestra maldad; ella es también la que inicia la era de la gracia abundante para nosotros, ella nos hace valorar, cuanto ha hecho Dios por nosotros, pues aún siendo pecadores él nos amó y decidió perdonarnos, ella es la que nos afirma en la fidelidad hacia nuestro Dios. Porque, no porque el perdonarnos de esta manera, sea un regalo, es un pasaporte hacia el pecado; pues no podemos pensar que porque Dios vio nuestra maldad y como era mucha e imposible de ocultarla, el decidió perdonarnos, y así si volveríamos a hacer mayor maldad, aún más nos perdonaría; eso simplemente vendría a significar que no hemos entendido bien el perdón de Dios, pues Jesús mismo les dijo a muchos que él sanó y perdonó: ‘vete y no peques más’; y respecto a esto, Pablo les escribió a los romanos: “¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera. ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia” (Ro 6:15-18) En la Biblia se usa mucho la palabra siervo, o esclavo, pues así como antes de recibir a Jesús como nuestro salvador, servíamos como esclavos al pecado, haciendo todo lo que el pecado nos mandaba a hacer, aún si aquello nos dañara (pensemos en el ejemplo del fumador); así también hoy debemos servir a la justicia de Dios, aun si aquello representara para nosotros, un esfuerzo o un duro trabajo; pues nos hemos hecho voluntariamente esclavos de Dios, y hemos decidido voluntariamente obedecer a Dios en todo lo que a él le agrada. Esta es pues entonces la era de la gracia, donde el perdón de Dios está disponible para todo aquel que lo quiera tomar; creer en Jesús significa eso, reconocer primeramente nuestra maldad, y luego valorar su perdón; significa someterse a él voluntariamente como siervo, haciendo todo aquello que él nos pide, y que dicho sea de paso, no es nada tan difícil ni nada tan humillante, como lo que teníamos que hacer cuando éramos esclavos del pecado.
Esta dispensación comenzó con la muerte de Jesús en la cruz del calvario, y terminará en un futuro próximo, con el regreso de Jesús a la tierra. Es verdad que en cuanto a duración, de esta dispensación ha sido una de las más extensas, y más aún, si no sabemos exactamente cuando llegará el día de su fin; pero pensemos que es justamente porque Dios es bueno y desea que la mayor cantidad de personas que pisan esta tierra, pueda ser beneficiado con esta gran bendición; el apóstol Pedro ya habló de esto, cuando dijo: “Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2Pe 3:8-9) El proveer perdón para la mayor cantidad de gente es por supuesto es la razón principal, por la que Jesús aún no ha regresado; pero nosotros tenemos que entender además, que para Dios y su inmensidad, mil años o dos mil años es un tiempo muy corto, pues finalmente sus planes y sus designios son atemporales, por eso él nos habla de la eternidad, que no tiene días ni años; y para allá vamos nosotros, totalmente mentalizados de que este tiempo que ha pasado en la era de la gracia, ha sido solo un suspiro delante de Dios.
El concepto de la gracia de Dios hacia el hombre, no es algo que se conoció solo en el periodo que hemos comentado, sino que la gracia de Dios siempre ha estado disponible desde el principio de los tiempos, para todo aquel que tome consciencia de su pecado y decida pedir perdón y cambiar su modo de vivir, por ésta razón el rey David escribió: “Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto (bajo la gracia) su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño” (Sal 32:1-2) Pues, aunque David cometió errores, en este mismo Salmo, él dijo: “Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado” (Sal 32:5) Por supuesto que para actuar así antes de que Jesús viniera a este mundo, era necesaria muchísima sabiduría, era muy necesario un espíritu sensible, y una consciencia muy apegada a Dios; más desde que Jesús ofrendó su vida en la cruz, como dijimos, la maldad de los hombres queda ampliamente demostrada, y esta delante de todos los hombres, aunque algunos se nieguen a reconocerla; y es por eso, que Dios les dice a los hombres de esta era que no tienen excusa; y es también por eso que a partir de ese tiempo, todo aquel que mire hacia la cruz de Cristo, puede fácilmente tomar consciencia de su condición, y aferrarse a la gracia de Dios, pues las escrituras eso es lo que declaran, cuando dicen: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Jn 3:16-18)
Espero haber contribuido al entendimiento de esta parte del plan de Dios, que hemos venido en llamar: ‘La dispensación de la gracia’, y que está disponible para todos los hombres, y esa es la razón, por la que trabajamos arduamente en la predicación del evangelio eterno; porque queremos que mucha gente sea beneficiada con esta gracia abundante de parte de Dios, para todo aquel que cree en Jesús. Que Dios los bendiga. Amén.

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