Hebreos 1:1-2

Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quién constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo.











16 de octubre de 2011

La anáfora


La anáfora, es una figura retórica cuyo nombre proviene del griego ‘anaphora’, que quiere decir ‘repetición’. Aunque debemos decir que hay varias figuras que se pueden agrupar dentro de la repetición, ya sean de letras, de frases o palabras; ésta, la anáfora consiste en una repetición de la misma palabra o palabras al principio del verso o frase en la prosa, bien de forma continua, bien de forma discontinua. La razón de ésta, casi no necesita explicación, pues es claro que es usada para resaltar, insistir o persuadir al lector u oyente. Esta figura en la palabra de Dios es usada a cada momento, pues Dios siempre ha buscado llamar nuestra atención y ha usado para ello todos los recursos literarios, y entre ellos el lenguaje de la persuasión y la insistencia. Veamos algunos ejemplos bíblicos, donde podremos apreciar mejor esta figura.

Bendito serás tú en la ciudad, y bendito tú en el campo. Bendito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, el fruto de tus bestias, la cría de tus vacas y los rebaños de tus ovejas. Benditas serán tu canasta y tu artesa de amasar. Bendito serás en tu entrar, y bendito en tu salir (Deuteronomio 28:3-6)

Jehová se acordó de nosotros; nos bendecirá;
Bendecirá a la casa de Israel;
Bendecirá a la casa de Aarón.
Bendecirá a los que temen a Jehová,
A pequeños y a grandes. (Salmo 115:12-13)

Aquí podemos ver la intensión de que Jehová bendecirá, en todos los campos de la vida a todos aquellos que oyen su voz y ponen sus mandamientos por obra; especialmente estos versículos estaban dirigidos a los israelitas; pero desde luego, hay una extensión para todo aquel que decide escuchar la voz de Jehová.

¿Hasta cuándo los impíos,
Hasta cuándo, oh Jehová, se gozarán los impíos?
¿Hasta cuándo pronunciarán, hablarán cosas duras,
Y se vanagloriarán todos los que hacen iniquidad? (Salmo 94:3-4)

He aquí la desesperación del salmista, al ver que los impíos prosperan y se jactan de su buena situación frente a aquellos que siguen a Dios, que en muchos casos tienen pruebas y dificultades; no sabiendo aquellos que esas situaciones, lejos de ser tropiezo para estos, son una grande bendición; sin embargo es evidente que en algunos la situación es tal, que nos puede llevar a la desesperación.

Alabad a Jehová desde los cielos;
Alabadle en las alturas.
Alabadle, vosotros todos sus ángeles;
Alabadle, vosotros todos sus ejércitos.
Alabadle, sol y luna;
Alabadle, vosotras todas, lucientes estrellas.
Alabadle, cielos de los cielos,
Y las aguas que están sobre los cielos. (Salmo 148:1-4)

Este es un Salmo que exhorta a toda la creación, a alabar a Jehová por todas sus bondades y maravillas. Él es el único digno de ser alabado.

Y comerá tu mies y tu pan, comerá a tus hijos y a tus hijas; comerá tus ovejas y tus vacas, comerá tus viñas y tus higueras, y a espada convertirá en nada tus ciudades fortificadas en que confías. (Jeremías 5:17)

En un esfuerzo por advertir a los israelitas de las consecuencias que les traerá su mala conducta, y su falta de confianza en Dios; él autor bíblico, a través del Espíritu de Dios, trata de que entiendan que vendrán de seguro invasores al país y lo dejarán en la ruina total.

Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo:
Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. (San Mateo 5:3-11)

Hay que ver cómo el Señor Jesús se esforzó en que entendamos que seremos bienaventurados, cuando pasemos por esas situaciones, que aunque son difíciles, siempre nos harán bien, porque alcanzaremos un objetivo supremo.

¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? (Romanos 8:33-35)

Aquí el énfasis esta en dar a conocer que aparte de Cristo no hay nadie que nos pueda juzgar, nadie que nos pueda condenar y nadie que nos pueda separar de su amor; pues ¿quién podrá hacerlo? Así es nuestro Cristo, el bendito hijo de Dios.

Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos, tocante al Verbo de vida. (1 Juan 1:1)

Aquí el apóstol Juan quiere poner toda la fuerza en darnos a entender que lo que él está escribiendo, es verdad; que él y los otros apóstoles son testigos presenciales de algunos de esos hechos y de los que no lo son, ellos han hecho averiguaciones minuciosas a fin de establecer la verdad de esos hechos, la verdad a cerca de Jesús.

Creo que con estos pocos ejemplos usted ha comprendido muy bien el objetivo de usar la figura retorica ‘anáfora’; sin ella es posible que muchos pasajes pierdan la fuerza, la urgencia, la seguridad, o cualquier otro concepto que se pretenda introducir y que se desee dejar bien en claro. Ya pronto estaremos hablando de otra figura retorica importante. Bendiciones.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

q bien

Anónimo dijo...

mierda