Hebreos 1:1-2

Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quién constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo.











19 de diciembre de 2010

Emboscada en Ecuador


La vida de Jim Elliot
Autor: Janet y Geoff Benge
Serie: Héroes cristianos de ayer y de hoy.

Jim Elliot, desde sus días en la universidad, sintió el llamado de Dios a servir como misionero cristiano en alguna parte del mundo. Pero de acuerdo a su pensamiento, este llamado debería ser confirmado y dirigido por Dios mismo; de tal manera, es que él esperaba que de alguna manera Dios le fuera guiando hacia algún lugar donde pueda servir. Así, fue naciendo en su corazón el deseo de ir a Ecuador a evangelizar a los indios quechuas. Sintió de alguna manera que Dios le llamaba para eso; se había informado a cerca de algunas tribus selváticas que vivían casi ignorantes de la civilización y mucho mas del evangelio, y idea de contribuir allí lo asalto, y luego esto fue apoyado por algunos de sus compañeros, y finalmente por una invitación que recibió de un misionero en el Ecuador, quien deseaba ser reemplazado en su trabajo en la selva oriental de ese país; por la razón de que su esposa se encontraba muy enferma y que sería reubicado en la ciudad para obtener atención.
Jim se despidió de sus padres, en el puerto de San Pedro en California un 2 de febrero de 1952, y partió en un barco rumbo al sur, cuyo destino final, era las selvas orientales del Ecuador. Una vez en el país meridional, aparte de las dificultades naturales de adaptación a su nuevo trabajo, se encontró con la difícil tarea de aprender el idioma español, y también tenía que aprender el quechua, pues los indígenas a quienes él atendería, hablaban ese idioma.
El señor Wilfred Tidmarsh, era el misionero a quien iba a reemplazar, y quien ya había sido trasladado a una ciudad; le ayudo mucho en varias de sus dificultades y también le acompañó hasta el lugar donde debía realizar su trabajo y donde estuvo conviviendo con él en terreno los primeros meses; por supuesto que Jim Elliot no llegó para quedarse allí solo, sino que estaría acompañado por su amigo de la infancia Pete Fleming. Estos dos varones intentaron hacer lo mejor que pudieron las cosas en aquel lugar, que el señor Tidmarsh había bautizado con el nombre de Shandía. Con el tiempo, cuando ya estaban a cargo de la obra y sin la compañía de Tidmarsh, ellos vieron la necesidad de que se unieran más personas a la misión por la gran cantidad de trabajos que tenían que realizar; fue así como lograron que se asigne a Ed McCully y su esposa para que también apoyen la misión donde los dos amigos habían puesto en funcionamiento una escuela básica, y donde también se hacía necesaria la atención de salud para la población indígena.
Mientras construían la casa para los McCully, los sorprendió la temporada de lluvias, y tuvieron que sufrir serias pérdidas. Perdieron toda la construcción en curso, y a causa de la crecida del rio, en cuyo borde el señor Tidmarsh había instalado inicialmente la base del campamento misionero; prácticamente perdieron todo el campamento, que para el tiempo del señor Tidmarsh solo constituía de una choza, donde él pasó sus años de misionero. El rio se llevó todo, junto con el terreno donde estaba instalada la misión; obligándolos a comenzar de nuevo todo el trabajo, y a conseguir más materiales de los que inicialmente necesitaban, y que eran muy difíciles de conseguir en ese lugar. Ellos no solo sufrieron este tipo pérdidas, sino que junto con lo anterior, el rio también se llevó el trabajo de mucho tiempo y paciencia, invertido en la confección de un diccionario quechua y otros registros con información importante de los indígenas de esa región. Por esta razón, se vieron obligados a replantear la ubicación de la misión, y salieron a buscar otro lugar donde pudiera ser más seguro en caso de lluvias muy torrenciales y extendidas como las que acababan de pasar; al fin encontraron un lugar en la confluencia de dos ríos, lugar que ellos bautizaron como Puyupungu, pero finalmente terminaron haciendo las dos cosas, estableciendo una avanzada en Puyupungu y reedificando la base en Shandía.
En aquel tiempo, entre idas y venidas a los centros urbanos, a conseguir recursos y hacer informes de los avances de obra, y entre llamadas por la radio y conversaciones para conocer la situación de otras misiones, Jim Elliot se caso con Betty Howard, una muchacha que también se había convertido en misionera, y a quien había conocido en sus días de estudiante, de quien a pesar de nunca haber sido novio, Jim sentía una fuerte atracción. De alguna manera, no solo era un deseo de Jim el casarse; sino que a la vez sentía que era una necesidad, pues Jim entendía que el mejor ayudante de un misionero, es su esposa; especialmente cuando había que dedicarse a las mujeres indígenas, por ejemplo en los partos, o en algunos otros problemas propios de las mujeres, Jim necesitaba una buena esposa y ¿quién lo haría mejor que Betty?.
Desde un comienzo la idea de Jim Elliot, fue alcanzar a los indios Aucas, de quienes había escuchado hablar que eran una tribu que prácticamente vivía en la edad de la piedra y que era una tribu muy hostil. Una vez que estuvo en Ecuador, Elliot se entero mucho más de su ferocidad, supo que estos indios habían matado a varios trabajadores de la compañía Shell, por lo que incluso esta compañía había abandonado un lugar de exploración que tenía en la selva y que era conocido como Arajuno. Pero Elliot y sus compañeros nunca dejaron de considerar a aquellos indígenas y comenzaron a buscar la manera de entrar en contacto con ellos. Partieron instalando a Ed McCully en Arajuno, lo que de alguna manera significaba una aproximación a los Aucas, aunque tuvieron que tomar todas las precauciones para no ser atacados.
La llamada operación Auca había comenzado y dada la peligrosidad de esta tribu, ellos vieron que la mejor forma de acercarse a esos indígenas era por el aire; sobrevolaron la zona muchas veces, hasta ubicar un asentamiento Auca en un claro de la selva, y donde trataron de tener algún contacto con ellos; primero no lograban ver a nadie por el lugar, luego tuvieron la idea de bajar desde la avioneta un balde de lona con algunos regalos y dejarlo allí a la vista de los aucas. Al día siguiente vieron que los regalos habían desaparecido, y en los siguientes días empezaron a ver a los aucas como se acercaban al balde, y era claro que estaban respondiendo a este sistema; luego también empezaron a gritarles algunas frases de amistad en el idioma auca, pues ellos habían contactado a una indígena auca que había desertado hacia los quechuas, ella colaboro bastante dándoles mucha información y detalles de su gente, entre ellos, una severa advertencia de que nunca confíen en un auca.
Después que las visitas aéreas se hicieron bastante rutinarias, y después de haber intercambiado incluso algunas señas de posible amistad y de haber incluso recibido de regreso en el balde algún regalo de parte de los aucas ellos empezaron a pensar de que ya era tiempo de hacer un acercamiento por tierra. En sus andanzas, ubicaron una playa en el borde de un rio cercano al territorio auca, y como era bastante larga, al fin se animaron a descender y aterrizar allí; la playa fue justo lo que necesitaban para hacer ese acercamiento y contacto con los selváticos, y en el entusiasmo la llamaron ‘playa las palmeras’. Comenzaron a construir una pequeña casita sobre las ramas de uno de los grandes árboles que habían allí, donde puedan refugiarse en caso de algún ataque, y también para pasar la noche fuera del peligro no solo de los indígenas sino también de algunas fieras carnívoras que merodeaban por aquellos lugares. Después de varios días de no tener noticias de los aucas, una mañana ellos se encontraban gritando por turno algunas frases en el idioma auca, y fue cuando Jim grito: ‘Bito weka pomopa’ que alguien respondió en auca desde en medio del cerrado verdor ‘aquí estamos’; y de pronto después de algunos crujidos de ramas, los misioneros pudieron ver un hombre joven, y dos mujeres, una era mayor, pero la otra era una adolescente, esos indígenas desnudos y los misioneros, quedaron completamente paralizados, cada uno tenía en frente algo que a lo mejor parecía imposible, al fin los misioneros reaccionaron y gritaron ‘Poinani’, ese era un saludo de bienvenida, y como al parecer el joven indígena creyó que ellos hablaban su idioma, éste les respondió con un montón de palabras que ellos finalmente nada entendieron. Jim decidió avanzar hacia ellos, y finalmente se encontraron todos en la rivera donde ellos habían instalado su campamento provisional. Los indígenas no parecieron mostrar señales de agresividad, pero era lógico que la falta de comunicación hacia casi imposible que pudieran explicarles cuales eran realmente sus intenciones, les hicieron algunos regalos, y luego mostraron interés en la avioneta, especialmente el varón hizo señas, dando a entender que quería volar. Había por supuesto un cierto temor de que llevarlo en un vuelo, pueda convertirse en una tragedia; quizá intentara bajarse en pleno vuelo, o allí al sentirse asustado se volviera agresivo, o quizá intentara tomar el timón y no soltarlo más, en fin; pero Nate Saint quien era el piloto, al fin decidió que valía la pena intentarlo, así que subió al indígena a la avioneta y lo abrochó, luego despegaron sin novedad. Saint lo llevó a la aldea auca donde por supuesto intentó que el indígena fuera visto por los demás, quizá así se animarían a visitarlos, el indígena gritó muchas cosas de las cuales Saint no logro captar nada, pero había señales de que les estaba indicando donde estaban los hombres blancos. Al fin otra vez se encontraron de regreso en la playa las palmeras.
Aunque la visita de los aucas, después de este acontecimiento, no se produjo inmediatamente como ellos esperaban, pues confiaban que los indígenas que los habían visitado irían y animarían al resto de la tribu a hacerles una visita en masa. Al tercer día, después de aquella visita, recién tuvieron noticias de nuevos visitantes; al fin se asomaron por entre la maleza tres mujeres aucas, aunque no parecían tan amistosas como los anteriores visitantes, de todas maneras Jim y Pete avanzaron hacia ellos vadeando el rio Curaray, mientras avanzaban iban repitiendo algunas frases amistosas, pero las indígenas parecían indiferentes a aquellos saludos, cuando casi ya habían alcanzado la orilla opuesta, de pronto escucharon un fuerte griterío, y al volver su mirada hacia atrás vieron muchísimos guerreros aucas que se acercaban a zancadas a Nate Ed y Rogers, que eran los misioneros que se habían quedado cerca de la avioneta; los atacaron sin piedad, cayeron delante de ellos los dos primeros y Roger se subió a una rama gritando lo mejor que pudo, diciéndoles que habían venido en paz, pero fue imposible todos los misioneros cayeron muertos por las piedras y por las lanzas de aquellos incomprensibles indígenas.
Cuando los rescatistas salieron en su búsqueda, ubicaron desde el aire la avioneta hecha trizas, después de muchos días de búsqueda encontraron los cuerpos algunos flotando en el rio, algún otro por ahí entre medio de los arboles; al parecer los indígenas habían arrastrado los cuerpos hasta el rio, el único cuerpo que nunca apareció fue el de Ed McCully. La noticia se disperso por todo el mundo, y llegaron muchos grupos de rescate y también enviados de prensa; las viudas solo pudieron visitar el lugar después que aquellos varones valientes y fieles a Dios, ya habían sido enterrados a orillas del Curaray. Esta fue una noticia que conmocionó al mundo.
Pero, se puede decir que la operación auca no terminó allí, pues un tiempo después, dos mujeres aucas salieron del bosque hacia una pequeña aldea quechua, donde por casualidad se encontraba Betty Elliot; ella convenció a estas indígenas a que la acompañaran a Shell Mera, un pequeño centro urbano, ya que se entero de que estas mujeres andaban en busca de Dayuma, la indígena desertora que había instruido a los misioneros en el idioma auca y que les había proporcionado otras informaciones. Dayuma, estaba siendo buscada, porque la madre de esta se estaba haciendo vieja y deseaba verla antes de morir. Dayuma por esos días se encontraba en estados unidos, donde había sido invitada por otra de las misioneras, y donde también se convirtió en cristiana, junto con las enseñanzas del evangelio. Cuando Dayuma regresó, pudo conversar con las mujeres aucas que la esperaban, con quienes regreso a su tribu para ver a su madre. Unas semanas después, volvieron a aparecer las tres mujeres junto con un sequito de guerreros, los cuales comunicaron que habían venido por que deseaban conocer más acerca del Dios que Dayuma les había hablado. Ellos invitaron a Rachel Saint y Betty Elliot a vivir con los aucas. El 6 de octubre de 1958 Rachel, Betty y la pequeña Valery Elliot, hija de Jim Elliot, se internaron a la selva para llevar a cabo esa meta final por la cual habían entregado su vida aquellos cinco misioneros; este fue el precio de presentar a Jesús a los aucas. Betty estuvo allí dos años, y luego salió para dar testimonio al mundo de toda esta historia. Rachel Saint no regreso mas a la civilización entregando completamente su vida a evangelizar a los aucas, ella murió en 1994, y fue enterrada cerca de playa las palmeras, donde su esposo había perdido la vida.
Este es pues el relato que conmovió al mundo en su momento y aún hoy puede hacernos pensar cuan dispuestos estaban aquellos hombres de servir a su Dios, aun con su propia vida, haciendo eco a las palabras de Jesús: “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará” (Mr 8:35) Ellos perdieron su vida terrenal, por causa de Jesús, pero salvaron su vida para la eternidad; y creo que aquellos que pueden recibir esta verdad en sus corazones, saben que finalmente esos misioneros no perdieron nada, solo ganaron; y esa también es la razón por la que las viudas y otros misioneros siguieron trabajando en aquella zona, a pesar de los peligros.
Cuanto bien nos hace leer estas historias, y es a través de ellas que podemos darnos cuenta como Dios aun hoy, está actuando a favor de todos aquellos que por alguna razón no le conocen; aunque esas gentes por supuesto no conocen el amor de Dios, pero él está actuando, para que la verdad bíblica que dice: “Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1Jn 4:19) sea una realidad en ellos, así como lo ha sido en nosotros. Si puede leer este libro, no será decepcionado, es un buen trabajo que han hecho sus autores Janet y Geoff Benge, el resumir las vidas de algunos de los grandes héroes de la fe de nuestros tiempos. Se lo recomiendo de todas maneras; y así podrá enterarse de muchos detalles más, acerca a Jim Elliot y sus compañeros. Que Dios les Bendiga. Amén.

No hay comentarios: